Mitos sobre la epidemia de obesidad

x OLEP/FRAGUA

Para todos es sabido que nuestro país se encuentra bajo una epidemia de obesidad y diabetes, se encargan de hacérnoslo saber repitiendo una y otra vez en los medios de comunicación que estamos gordos. Es más, todos podemos tararear la pegajosa melodía: “chécate, mídete, muévete” donde dicen y remarcan que si estamos gordos es por nuestra culpa, porque comemos demasiado y no nos gusta hacer ejercicio.

La versión oficial culpa en gran parte al ocio y la flojera, según ellos, porque preferimos quedarnos sentados o acostados viendo la televisión y, en el caso de los niños, porque se la pasan pegados a la consola de videojuegos o a las tablets en lugar de salir a correr y jugar en los espacios públicos como antaño se hacía. Otra vertiente de explicación de parte de las autoridades en salud de nuestro país es que nos hemos vuelto muy tragones: preferimos comer garnachas en lugar de la comida casera y saludable que las bisabuelitas solían preparar, preferimos los refrescos en lugar de nuestras tradicionales aguas frescas, preferimos las frituras en lugar de las deliciosas frutas con chile piquín y limón que se vendían como botana en las calles.

Bajo esta explicación resulta que somos gordos y diabéticos por nuestra propia voluntad, por flojos y glotones, porque nos gusta la vida fácil y, mientras la población, mediante un esfuerzo individual, no cambie sus hábitos alimenticios y de actividad física, nos conducimos a una catástrofe sanitaria que incluso el Estado ha catalogado como una amenaza de seguridad nacional. Afirman también, que, de seguir así, no habrá dinero que alcance para tratar las enfermedades derivadas de la obesidad y el sedentarismo.

Tradicionalmente, la comida mexicana se ha caracterizado, durante siglos, por ser rica en azúcares, para ello basta ver los abundantes postres tradicionales: cajeta, helado, nieve, chongos zamoranos, fresas con crema; y la cocina mexicana tiene como base el maíz y la carne, ya sea pollo, res o cerdo, casi siempre frita. También son tradicionales los pambazos, quesadillas, tamales, sopes, chalupas, etcétera, todo ello catalogado hoy como “garnacha” y, sin embargo, no hemos sido gordos desde siempre. De acuerdo con las mismas autoridades en salud, este despunte de obesidad tiene entre 15 y 20 años, tiempo que coincide con la entrada y profundización del neoliberalismo en nuestro país.

Como ejemplo de ello tenemos la entrada de las trasnacionales alimentarias que trajeron consigo las mega raciones de alimentos y bebidas: combo, combo extra grande, papas y refresco grande, refrescos de uno y medio, dos y tres litros, paquetes de galletas y panecillos extra grandes. Hemos visto desplazados a los vendedores de frutas por papas y galletas, las ensaladas se han convertido en un artículo de lujo, sobre todo si estamos en una zona hipster. Con el neoliberalismo también hemos visto precarizado nuestro nivel de vida trabajos de 12 horas, ilegales, pero que existen; necesidad de dos o más trabajos para poder completar el gasto y las necesidades de la vida diaria; necesidad de que más miembros de la familia se incorporen a la vida laboral porque ya no alcanza el dinero… y entonces lo resultante es poco tiempo para adquirir víveres y poco tiempo para preparar una comida “saludable”.

En los trabajos es común que nos otorguen una hora de comida (forzosa, ya que no es posible recorrerla para salir más temprano) donde hay que salir a comer lo que se pueda, ya que los comedores para trabajadores, como antes había, resultan prácticamente inexistentes y lo único que encontramos en los alrededores son “garnachas”, y si hay algún restaurante cercano no alcanza el dinero. A la hora que salimos del trabajo, los mercados ya están cerrados y al llegar a casa hay que lavar ropa, planchar, hacer tarea de los hijos, limpiar la casa, y si hay insumos, cocinar, si no los hay, salir a comprar lo que haya disponible y al otro día de nueva cuenta a la misma rutina. ¿Tiempo para ejercicio? No hay, y tampoco ganas ni fuerzas, ya que hay que levantarse temprano al día siguiente y también necesitamos descansar. Cuando había seguridad social algunas empresas contaban con gimnasio dentro de las mismas instalaciones y si no, tenían algunos lugares, sin costo para los trabajadores y sus beneficiarios, para poder realizar actividades físicas y recreativas. Hoy en día sólo algunos ejecutivos cuentan con estos beneficios.

Con los niños sucede algo similar, salir corriendo a la escuela por la mañana, medio desayunar si hay tiempo, si no, comprar lo que haya en la escuela y lo que hay son dulces, papas, frituras, galletas, refrescos, cuando en otro tiempo era común que hubiera alimentos preparados por los propios padres de familia: frutas, pepinos, jugos, había dulces, pero no era lo predominante y tampoco había alimentos procesados y empacados. Al salir de la escuela, los niños pasan la mayor parte del tiempo bajo el cuidado de otras personas, ya que los padres tienen que trabajar y resulta esperado que coman lo que pueden y se entretengan con lo que tengan disponible, ya no se puede jugar libremente y con tranquilidad en los parques y en la calle por la creciente inseguridad en la que vivimos.

Quienes se han beneficiado de estas políticas en salud, en el ámbito laboral y en el ámbito escolar son los empresarios, ejemplo de ello lo vemos de manera muy palpable ante el fracaso que representó la prohibición de venta de panes Bimbo y Marinela y de papas sabritas en las escuelas, donde finalmente las empresas doblegaron los intereses de los escolares con respecto a su salud. Otro ejemplo de ello es la desaparición de los comedores en los centros de trabajo y en los escolares.

Con este pequeño análisis podemos deducir que el causante de esta epidemia de obesidad y diabetes es el mismo Estado que ha beneficiado a las empresas imponiendo los intereses económicos por sobre la salud del pueblo, permitiendo la entrada de transnacionales y la venta de productos poco nutritivos, fomentando políticas laborales que van en contra de los intereses y la salud del pueblo.

Mientras no tengamos trabajos dignos, con seguridad social, que implica tiempo de ejercicio, recreación y dispersión, con salarios decorosos; mientras no tengamos seguridad en las calles para poder salir a jugar al parque, al deportivo, a la calle; mientras no tengamos políticas públicas de alimentación a escolares que sean saludables; mientras siga imponiéndose la cultura de la comida chatarra (fast food) y no tengamos el tiempo ni los recursos para acceder a comida saludable; mientras no contemos con el tiempo necesario para convivir con la familia que incluye la “comida familiar” cotidiana; mientras sigan bombardeándonos en los medios con un estilo de vida que no es el nuestro, seguiremos siendo obesos y padeciendo otras enfermedades relacionadas como diabetes, hipertensión, desnutrición infantil, depresión y ansiedad.

Debemos activarnos, pero no realizando 10 minutos de ejercicio al día en tu sitio de trabajo, sino organizándonos y luchando por una vida digna, una vida que sólo podremos conseguir mediante el socialismo. Tomemos como ejemplo a Cuba a la que la unicef declaró libre de desnutrición infantil en el 2016. Esto fue posible sólo gracias al proyecto socialista cubano, por la revolución de este pueblo contra el hambre y la explotación. Sigamos su ejemplo.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección ANÁLISIS del No. 25 de FRAGUA , órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Mayo-Junio 2017.
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