Sanciones de destrucción masiva

x Leandro Morgenfeld

Una parte fundamental de la guerra que se libra hoy en Ucrania son las enormes sanciones impuestas por EEUU y sus aliados [títeres] contra Rusia, con efectos económicos, sociales y políticos para el mundo entero. Nicholas Mulder, profesor de la Universidad de Cornell, nos recuerda que hay que retrotraerse casi un siglo para encontrar una situación similar: «La última vez que una economía del tamaño de Rusia enfrentó un espectro de restricciones comerciales tan amplio como el que se aplicó tras la invasión a Ucrania fue en la década de 1930. No obstante, a diferencia de Italia y Japón en esa época, hoy Rusia es uno de los principales exportadores de petróleo, granos y otras materias primas esenciales».

Justamente de este tema de enorme actualidad, la génesis del «arma económica» en el período de entreguerras, se ocupa su último libro. Su interés, entonces, no es meramente histórico: el análisis resulta más que útil para pensar el conflicto geopolítico que estremece al mundo y acelera cambios tectónicos en el orden global, entre los que se destacan la crisis de hegemonía estadounidense, el ascenso de China y la región Asia-Pacífico, la creciente debilidad y subordinación de la Unión Europea y el fortalecimiento del eje Moscú-Pekín, que articulan además a otros emergentes a través del grupo BRICS.

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El nuevo mundo según EEUU

x Atilio Borón

Semanas atrás la Casa Blanca dio a conocer su largamente esperado documento sobre la Estrategia de Seguridad Nacional 2022 (ESS) que habría de guiar la política exterior de la Administración Biden.

Esta clase de informes se tornaron obligatorios desde 1987 a los efectos de comunicar al Congreso la visión del Poder Ejecutivo sobre los problemas que menoscaban la seguridad nacional del país. La ESS debe explicitar los cambiantes desafíos que el escenario internacional plantea a EEUU –tema especialmente relevante en el contexto del actual derrumbe del orden mundial de posguerra– y los recursos con que se cuenta para enfrentarlos.

El informe está obligado a incluir una discusión de los intereses nacionales en juego, los compromisos con aliados y Gobiernos amigos, la estrategia para garantizar la seguridad nacional (y de sus ciudadanos, empresas y organizaciones no-gubernamentales actuando en el extranjero) así como los recursos de defensa necesarios para disuadir las amenazas de enemigos externos o grupos terroristas que actúan al interior de EEUU.

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La lógica del caos

x Mónica Peralta Ramos

Estados Unidos se juega el dominio hegemónico del mundo

“El periodo posterior a la Guerra Fría ha llegado a su fin… el desafío no podría ser mayor. Las acciones que nosotros tomemos definirán de ahora en más si esta será una era de conflictos o el comienzo de un futuro más próspero y estable”. Con estas palabras, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del gobierno norteamericano, sintetizó la semana el rol de Estados Unidos en defensa del actual orden global amenazado por el avance de potencias “autoritarias”. Según él, China y Rusia creen que la democracia está en decadencia e intentan imponer un orden multipolar acorde con sus intereses. Esto no ocurrirá, afirmó: las democracias y los países aliados a Estados Unidos “saben que somos la mejor apuesta para defender” la libertad en el mundo [1]. Lo que está en juego, pues, es el dominio hegemónico de los Estados Unidos. En este contexto, la política exterior del gobierno de Joe Biden excluye toda negociación y el reconocimiento de errores. El eje de su estrategia es escalar los conflictos sin límites hasta imponer los intereses norteamericanos.

Esta estrategia ignora hechos básicos del pasado. Entre ellos, la crisis de los misiles rusos colocados en Cuba en 1962 cuando el Presidente John Fitzgerald Kennedy negoció un acuerdo con el gobierno ruso, aceptando retirar los misiles que Estados Unidos habían colocado en Turquía e Italia y que llevaron a los rusos a colocar misiles en Cuba [2]. La actual política exterior también omite que el reclamo ruso de fronteras seguras fue reconocido por distintos gobiernos norteamericanos, incluso en plena desintegración de la Unión Soviética. Hoy este reclamo es ignorado y se impulsa abiertamente un “cambio de régimen” político en Rusia para garantizar la seguridad de “Occidente”. Esto implica escalar la guerra en Ucrania, aun a riesgo de un enfrentamiento nuclear. Para la política norteamericana, negociar la paz en Ucrania potencia los riesgos de una catástrofe nuclear porque es sinónimo de “debilidad” [3].

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Una delgada línea roja: la OTAN no puede permitirse perder Kabul y Kiev en poco tiempo

x Pepe Escobar

Comencemos con los gasoductos. Hace casi siete años, mostré cómo Siria fue la última guerra por “Pipelineistan” . Damasco había rechazado el plan -estadounidense- de un gasoducto Qatar-Turquía, en beneficio del Irán-Irak-Siria (para lo cual se firmó un memorando de entendimiento).

Lo que siguió fue una campaña concertada de “Assad debe irse”: una guerra de poder como el “camino hacia el cambio de régimen”. El dial tóxico aumentó exponencialmente con la instrumentalización del ISIS, otro capítulo más de la guerra del terror. Rusia derrotó al ISIS, impidiendo así el cambio de régimen en Damasco. El oleoducto favorito del Imperio del Caos mordió el polvo.

Ahora, el Imperio finalmente ha cumplido con su vendetta, haciendo estallar los oleoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2, que transportaban o estaban a punto de transportar gas ruso a los competidores industriales de EEUU: los países de la Unión Europea.

Ahora sabemos que la Línea B del Nord Stream 2 no fue golpeada y está lista para funcionar. Reparar las otras tres líneas no sería un problema: según los ingenieros navales es cuestión de dos meses. El acero de los Nord Streams es más grueso que el de los barcos modernos. Gazprom se ha ofrecido a repararlos, siempre que los europeos se comporten como adultos y acepten estrictas condiciones de seguridad (y paguen por la reparación).

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No es una guerra de Rusia contra Ucrania, sino de EEUU contra Europa (incluida Rusia)

x Julio García Camarero

Los dirigentes de la UE son unos TRAIDORES (vendidos al asesino de Europa, los EE.UU.), como pueden ser todos los mandatarios de los países de la UE y sobre todo los nazis Ursula Vonder Layen y Josep Borrell, que en su traición están ayudando a Biden a empobrecer y destrozar Europa.

Por otra parte, LOS VASALLOS europeos están zombificados por el poder mediático del neoliberalismo global (comandado por los EE. UU.), con un “síndrome de Estocolmo”, pues estos VASALLOS europeos son admiradores de su asesino USA. Y además están archiconvencidos de encontrarse en una «democracia» insustituible, aunque en realidad sea opresora y suicida para la inmensa mayoría. Pero la opinión pública está en la inopia, es decir en la opinión mediática.

Y sucede que una guerra que parece de Rusia contra Ucrania en realidad es de EE. UU. contra la UE, porque USA y su brazo armado la OTAN, quieren destrozar (“balcanizándola”) a Europa entera, igual que destrozaron Yugoslavia [1]. De esta forma USA elimina a un competidor (la UE) y la convierte en una región muy débil y más fácilmente manipulable, explotable y esclavizable.

Mientras, prosigue el “síndrome de Estocolmo” en los VASALLOS “democráticos” europeos atontados (zombificados por el poder mediático) que ya están votando masivamente al nazi-fascismo; eso sí, “democráticamente”. Zombificados a base de mentiras como que lo bueno e irrenunciable es el crecimiento oligárquico o como pueda ser la rusofobia, esto último es algo que le resulta muy rentable y útil a EE. UU. para conseguir el consumo de gas licuado made in USA y también para facilitar la balcanización de toda Europa.

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Hacia una nueva globalización

x Juan J. Paz-y-Miño Cepeda 

Históricamente cabe considerar cuatro momentos de “globalización” del mundo.

El primero ocurre a inicios del siglo XVI, como consecuencia de la conquista y colonización de América. Europa pasó a ser el centro de la acumulación originaria o primitiva de capitales y España la potencia hegemónica. El mercantilismo de la época impulsó un activo comercio en beneficio de las metrópolis, al mismo tiempo que sentó una serie de precondiciones para la dependencia y el subdesarrollo de los países coloniales, como ocurrió con América Latina.

El segundo nace con la primera revolución industrial (máquina de vapor, industria), desde la segunda mitad del siglo XVIII, con la que se consolidó el sistema capitalista en Europa y los EEUU, bajo la hegemonía mundial de la Gran Bretaña. Los países latinoamericanos lograron la independencia frente a España y Portugal a inicios del siglo XIX, pero no despegó el capitalismo en los nacientes Estados-nacionales de la región. En ellos se consolidaron economías pre-capitalistas, basadas en el sector primario exportador, dominios oligárquicos y superexplotación interna de trabajadores, particularmente campesinos e indígenas, sujetos a formas serviles de relación laboral, que enriquecieron a reducidos grupos familiares y sociales. El mercado internacional benefició la industrialización europea, mientras los pocos recursos exportables latinoamericanos se sujetaron a los precios y a la demanda de los países centrales.

El tercero, a inicios del siglo XX, resultó de la segunda revolución industrial (petróleo y electricidad), que impulsó el nacimiento de gigantes empresas monopolistas y con ellas el auge del imperialismo como nueva fase del capitalismo. Los EEUU pasaron a ser la potencia hegemónica mundial y sus intereses, con la aplicación del monroísmo (“América para los americanos”), condicionaron a las economías latinoamericanas, cuyo despegue capitalista (exceptuando México, Brasil, Argentina) prácticamente ocurre a mediados del siglo XX.

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Mundo unipolar o multipolar

x Marcelo Colussi

“¿Por qué no te callas?” Rey Juan Carlos I, dirigiéndose a Hugo Chávez

Occidente tomó su posición por el robo a otros pueblos”. Vladimir Putin

El ideario socialista que atravesó todo el siglo XX y dio como resultado algunos procesos revolucionarios triunfantes –los primeros de la historia: Rusia, China, Cuba, Vietnam, Corea, Nicaragua– hoy día parece (o, en todo caso, lo quieren hacer parecer) como vetusto, inaplicable, condenado al museo. Pero no es así, pues las injusticias estructurales que lo hicieron brotar en el siglo XIX se mantienen inalterables. Si el socialismo es un grito de protesta ante las injusticias, por supuesto que sigue siendo válido, absolutamente vigente. Que las primeras experiencias socialistas presentaran problemas no lo descalifican. El capitalismo mata en el mundo 20,000 personas diarias por hambre: ¿no es para refutarlo? O más aún: ¿para cambiarlo completamente de una buena vez?

Marx y Engels, cuando reflexionaban sobre el sistema capitalista, pensaron en un proceso que no siguió exactamente como se tenía concebido en la segunda mitad del siglo XIX: el proletariado industrial urbano no terminó siendo la chispa que revolucionaría el mundo. En los países más desarrollados, un pequeño puñado del Norte, gracias justamente al crecimiento económico, sus trabajadores fueron teniendo un creciente nivel de vida; por tanto, la revolución socialista fue saliendo de agenda. En el Sur, más atrasado comparativamente, luego de esas primeras experiencias mencionadas –donde fueron procesos campesinos más que de organizaciones obreras urbanas–, la represión de estas últimas décadas y los planes neoliberales fueron sacando de agenda la idea de revolución socialista. Pero el socialismo sigue siendo la salida para tantas penurias de la humanidad. Si algunos comen demasiado bien en el Norte, es porque en el Sur el hambre es la constante. Qué nos espera si no llegamos a una sociedad de mayor justicia: ¿la catástrofe medioambiental, la devastadora guerra nuclear? “Socialismo o barbarie”, decía Rosa Luxemburgo. Parece que sí…; si no: el final de la especie está a la vuelta de la esquina.

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La guerra obliga a la UE a poner sus ojos, nuevamente, en Latinoamérica

x Isabella Arria

La Comisión Europea lo tiene claro y lazó la alerta a sus miembros: El espacio que Europa va dejando libre lo ocupan rápidamente Rusia y, sobre todo, China. Lo cierto es que la guerra en Ucrania dejó a la intemperie el predicamento menguante de la Unión Europea y de Estados Unidos en el escenario internacional, especialmente, en África y en Latinoamérica.

Tras meses de guerra, los estrategas europeos saben que estos son dos bloques que en se resisten a secundar la ofensiva diplomática de Bruselas y Washington contra Rusia, y en muchos casos incluso la rechazan abiertamente.

En 1992, el Tratado de Maastricht confírió a la Unión Europea (UE) la tarea de desarrollar una política exterior y de seguridad común (PESC). Partiendo de esta última, el Documento básico sobre las relaciones de la Unión Europea con América Latina y el Caribe, del Consejo Europeo, tenía por finalidad reafirmar el compromiso sostenido de Europa de ampliar y profundizar las relaciones con sus socios de la región americana.

Treinta años después, un documento de la Comisión Europea insta ahora a los socios de la UE a dar un salto cualitativo en la relación con Latinoamérica, donde, además, tiene la competencia histórica de Estados Unidos, que sigue considerando a la región como su patio trasero, indistintamente con gobiernos republicanos o demócratas.

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Estados Unidos y la geopolítica mundial

x Luis Britto García

La batalla entre globalistas y aislacionistas fractura el pilar central de la hegemonía imperial, la propia integridad y unidad territorial de Estados Unidos.

1 – Soporte estratégico de la hegemonía estadounidense es su ejército. Con 1.325.000 efectivos y una reserva de 1.500.000,  ocupa unas 900 bases alrededor del mundo, y para 2022 consume un presupuesto de 840.000 millones de dólares, más de la mitad del total del gasto armamentista   planetario (https://www.telesurtv.net › news › eeuu-propone-millon…). Repetidamente  derrotado   por países aparentemente más débiles, como Corea, Vietnam y Afganistán, sus armamentos han sido superados tecnológicamente por Rusia y China. Desde que la conscripción se hizo voluntaria, se le dificulta reclutar efectivos. Siguiendo el patrón recurrente de los imperios en decadencia, depende  cada vez más de contratistas mercenarios o aliados militares esencialmente foráneos, como la OTAN o el AUKUS (Australia, Reino Unido, Estados Unidos).

2 – El mayor pilar de la hegemonía estadounidense era el económico, con un PIB que alguna vez fue el mayor del mundo, pero que ahora es superado ampliamente por el de China; equivale a  su Deuda Externa y es aquejado por una crónica balanza comercial desfavorable. En los años sesenta, la manufactura reportaba 25 % del PIB; ahora, apenas el 11% de éste, debido a lo cual cinco millones de puestos de trabajo han desaparecido desde comienzos del siglo. En 2019, Estados Unidos producía 10.8 millones de vehículos, y China 25,7 millones (Martyanov: Disintegration: Indicators of the Coming American Collapse, Clarity Press Inc). Añadamos que sus reservas de hidrocarburos, al nivel de consumo actual, alcanzan apenas para unos 8 años.

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La OTAN va a por el mercado mundial de armas

x Daniel Kersffeld

Toda guerra implica una mayor acumulación de ganancias para aquellas empresas y corporaciones dedicadas a la fabricación y exportación de armamento. El actual conflicto entre Rusia y Ucrania no es la excepción, pero además aquí se agrega la búsqueda deliberada de reemplazar a uno de los actores de su papel como segunda potencia exportadora de armas a nivel global.

Dentro de las empresas armamentistas que más vienen recaudando se encuentra la estadounidense Lookheed Martin Corporation. Sus ventas aumentaron más de un 26% desde principios de año y su beneficio neto en el primer trimestre ha sido de casi 2 mil millones de dólares. Se espera que sus ventas aumenten significativamente durante el actual y el próximo trimestre.

Raytheon, otro de los gigantes armamentísticos de EEUU, se ha especializado en la fabricación de misiles supersónicos: de hecho, la bazuca antitanque Javelin (en colaboración con Lockheed Martin), se ha convertido en uno de los símbolos del ejército ucraniano. Su cotización ha subido más de un 10% en la bolsa desde enero pasado.

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