Juicio y castigo a los responsables materiales e intelectuales de los crímenes de Estado

x OLEP/Fragua

Punto diez de nuestro Programa Mínimo de Lucha

Apenas es de madrugada, dos hermanos duermen en un departamento cuando de pronto un grupo nutrido de policías con pasamontañas irrumpe en sus habitaciones, los somete, los tortura y los detiene. Los hermanos, acusados de terrorismo, pasan ocho años en cárceles de máxima seguridad sin haberles probado nada, están en confinamiento, en celdas de dos por dos, incomunicados, cada día que transcurre en estos auténticos centros de exterminio su castigo se prolonga. Su delito es ser solidarios, ser dignos, ser ellos mismos.

Ya va amaneciendo. Un grupo de 40 campesinos sube a varios vehículos para trasladarse a un mitin que realizarían en la cabecera de su municipio. De pronto un retén de la policía estatal los detiene. Los campesinos piensan que se trata de un acto de intimidación, pero no, se trata de una emboscada. Sin aviso, de la manera más cobarde, los policías abren fuego ejecutando a 17 personas y dejando heridas al menos a 23. El objetivo fue claro. Detener el proceso de organización de los campesinos a como diera lugar. Provocar terror en los sobrevivientes, apostándole a la inmovilidad. Que nadie se atreviera jamás a volver a plantarle cara al gobierno.

Antes del mediodía. Una mujer se encuentra con dos de sus compañeros resguardando el local de su organización. El resto de sus camaradas se encuentra en las afueras de un penal. Su padre y su hermano llevan injustamente presos lo que va del sexenio y el de hoy es un paso más en la lucha por su libertad. De pronto tres hombres armados entran en la oficina, acto seguido disparan contra ella y sus compañeros. A la compañera la rematan y le dejan una advertencia para el padre. Los sicarios portaban credenciales del ejército. La ejecución sabe a castigo por los más de 20 años de lucha de su padre y su organización, en la construcción de un futuro sin hambre y sin explotación.

Dos de la tarde. Un niño de trece años sale de su casa. Sus padres le encargaron acarrear leña. Aún no ha llegado a las parcelas de sus padres cuando lo interceptan un grupo de paramilitares, lo someten, lo golpean, lo torturan y finalmente lo asesinan. Lo dejaron muerto en medio de la tierra. Sus padres encontraron el cuerpo varias horas después. Las balas que utilizaron son de armas que sólo utilizan los policías.

Va cayendo la tarde. Un joven luchador social se despide de su esposa e hijo en la estación de autobuses. Ellos saldrían a ver a un pariente, él emprendió el viaje de regreso a casa. Nunca llegó. Fue interceptado por agentes del Estado, hasta hoy se desconoce su paradero. ¿A dónde se lo llevaron? No quieren decirlo. Una cosa es segura, el Estado mexicano sabe dónde está, se lo ha quitado a su familia y a sus compañeros. Es el castigo por organizarse y luchar por una vida digna.

Todos estos hechos son sólo algunos de los casos de crímenes cometidos por el Estado mexicano en contra de la población, en estos casos del pueblo organizado. Tortura, detención arbitraria, desaparición forzada, ejecución extrajudicial. Todos crímenes atroces llevados a cabo por miembros de la policía y el ejército, bajo el mando de algún funcionario, que a su vez responde a los intereses económicos de la burguesía. ¿Quién si no ellos querrían vernos muertos antes que libres?

Los casos de los hermanos Cerezo, de la masacre de Aguas Blancas, de Meztli Sarabia, de Humberto Morales Sántiz y de Fidencio Gómez son sólo algunos de los casos de crímenes de Estado cometidos contra luchadores sociales. Como estos casos hay muchísimos, nada más en el periodo de junio de 2016 a mayo del 2017 hubo 558 casos de detención arbitraria, 57 ejecuciones extrajudiciales y 11 de desaparición forzada. Estos son los datos reportados por el Comité Cerezo México en su informe Defender los derechos humanos en México.

El sexenio de Peña Nieto ha sido el más duro en cuanto a represión política contra luchadores sociales de los últimos tres sexenios, todo esto va de la mano con la puesta en marcha del paquete de reformas neoliberales impulsadas en este sexenio: la reforma laboral que nos priva de derechos a todos los trabajadores; la reforma educativa que privatiza la educación pública; la reforma hacendaria que nos impone más impuestos y se los quita a los burgueses; la reforma energética que privatiza la extracción de petróleo, la venta de gasolina, el cobro del suministro de la energía eléctrica; la reforma en materia de seguridad que garantiza la impunidad de las corporaciones policíacas y el ejército en los actos de represión. Y es esta última la cereza del pastel que la burguesía se ha preparado a costa nuestra.

Si bien el Estado nunca se ha preocupado demasiado por las consecuencias de reprimir, torturar, encarcelar, desaparecer y ejecutar luchadores sociales, lo cierto es que el hecho de que hoy sean legales todas estas represalias, gracias a la aprobación de la Ley de Seguridad Interior, implica mayores dificultades para luchar contra los efectos de esa represión. Sigue siendo una injusticia atroz, aunque ahora sea legal.

Nuestra organización, consecuente con sus actos y sus dichos está en contra de la represión política en todas sus formas. Siempre contestaremos al llamado de solidaridad contra los crímenes cometidos por el Estado mexicano. La solidaridad no se negocia, la solidaridad no se cobra. Nosotros como socialistas estaríamos en un error si no hacemos todo lo que está en nuestras manos para evitar que un compañero caiga en las garras del Estado y seríamos completamente incongruentes si no luchamos por que se juzgue y castigue a los responsables de estos horribles crímenes.

Nos queda claro que en el capitalismo el Estado está para reprimir a los trabajadores. Pero quienes ordenan y ejecutan las detenciones, las desapariciones, la tortura y las ejecuciones, son personas de carne y hueso, son criminales y por ello deben ser castigados. A quienes luchan por un futuro digno, por un nuevo mundo en donde no haya hambre ni explotación, el llamado es mantenernos firmes, no permitir que el miedo nos disgregue. Mantengámonos firmes y decididos en esta larga y dura lucha, porque nuestro esfuerzo se verá coronado con un mundo libre.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección NUESTRO PROGRAMA del No. 31 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Enero-Febrero 2018.

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