Las bambalinas del golpe de Estado en Bolivia

x Nathália Urban 

El gobierno boliviano obtuvo documentos inéditos que revelan cómo el expresidente argentino Mauricio Macri apoyó el golpe de Estado de 2019. Ahora, también los gobiernos de Brasil y Chile han entrado en la mira de las investigaciones que prometen dejar al descubierto el fracaso de la nueva Operación Cóndor en América Latina.

Según el portavoz del gobierno boliviano Jorge Richter, los gobiernos de Brasil y Chile podrían haber estado involucrados en los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad que se produjeron en el país tras la renuncia de Evo Morales en 2019. Sin dar más detalles, dijo que ahora se investigará una posible colaboración internacional. 

El anuncio de Richter se produjo después de que el gobierno boliviano denunciara la participación del expresidente de Argentina, Mauricio Macri, en el golpe de Estado de 2019 contra el entonces reelegido presidente de Bolivia, Evo Morales. El canciller boliviano Rogelio Mayta reveló documentos que prueban el envío de municiones argentinas y ecuatorianas (en tiempos de Mauricio Macri y Lenín Moreno) que fueron utilizadas por las fuerzas policiales bolivianas para reprimir las protestas populares contra el gobierno golpista de Jeanine Áñez.

El presidente de la Cámara de Diputados de Bolivia, Freddy Mamani, anunció la propuesta de crear una comisión de investigación para indagar no solo las acusaciones contra Macri, sino también la posibilidad de que otros gobiernos hayan colaborado con los golpistas. 

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La usurpadora boliviana no tiene quien la escriba

x Ollantay Itzamná

Gabriel García Márquez, en 1961, en su obra: “El Coronel no tiene quién le escriba”, describió las penurias y adversidades que vivió un Coronel retirado, luego de librar la Guerra de los Mil Días, en la Costa Atlántica colombiana, esperando un correo con el cheque de su jubilación que jamás llegó.

En su situación de carestía total, el Coronel centra sus esperanza en el gallo de pelea que su hijo le heredó. Alimenta, incluso con sus últimos centavos al gallo de pelea que espera pelear y ganar algún día…. En la última parte de la novela, ante la pregunta recriminatoria de su esposa Úrsula: ¿Qué comeremos si el gallo pierde la pelea?, el Coronel responde: entonces comeremos mierda.

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Bolivia, Golpe de Estado y los analistas políticos

x Ollantay Itzamná

Las y los analistas políticos bolivianos, en su gran mayoría, aún padecen la resaca del búmeran de sus análisis inmediatos sobre lo ocurrido en Bolivia el 10 de noviembre pasado. A aquella intervención cívico-militar contra un Gobierno constitucional denominaron “sucesión constitucional” (incluso contra los contenidos de la Constitución Política de Bolivia).

La opinión internacional, diccionario en mano, les explicó que aquel suceso era un “Golpe de Estado”, pero la gran mayoría de analistas bolivianos, se enfrascaron en el iluso eslogan de: “un movimiento cívico/citadino espontáneo derrocó desde las calles al gobierno de Morales”·

Pasan los días, y muy a pesar que la prensa nacional corporativa (privada y pública bajo el control del actual gobierno usurpador) derrocha tinta, papel y tiempo para repetir que “en Bolivia no hubo Golpe de Estado”, los principales actores del Golpe de Estado confiesan con sus actos y palabras que lo que ocurrió en aquel país suramericano, el 10N último, fue un Golpe de Estado para evitar la reelección presidencial de Evo Morales.

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Bolivia, la usurpadora no se irá por las urnas, ni a las buenas

x Ollantay Itzamná

En cerca de 14 años de esfuerzo ejemplar, el país se había constituido en un modelo de crecimiento económico regional. Pero, ahora, en cuestión de días de tiranía, Bolivia se está convirtiendo en un “país de la vergüenza” por la vulneración premeditada de los derechos humanos, y destrucción/involución institucional.

Jeaninne Añez, quien usurpa el poder rompiendo todo el proceso de la sucesión constitucional (no fue presidenta de ningún Órgano del Estado, ni hubo dos tercios de parlamentarios para su designación, mucho menos el Congreso aceptó la renuncia forzada de Evo Morales), se hizo del poder bajo la promesa de “convocar a elecciones libres y transparentes” antes del 22 de enero próximo, pero ya falta apenas un mes concluir el período constitucional del gobierno defenestrado, y aún no hay fecha para elecciones, y la usurpadora se afianza en el poder.

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Bolivia, laboratorio de una nueva ‎estrategia de desestabilización

x Thierry Meyssan

La prensa internacional nos relata con parsimonia los acontecimientos de Bolivia. ‎Describe el derrocamiento del presidente Evo Morales, señala que es un enésimo golpe ‎en la historia de ese país, pero no logra entender lo que realmente sucede. No percibe ‎el surgimiento de una nueva fuerza política, hasta ahora desconocida en Latinoamérica. ‎Thierry Meyssan señala que si las autoridades religiosas del continente no asumen ‎inmediatamente sus responsabilidades, nada podrá impedir la propagación del caos.‎


El 14 de octubre de 2019, el presidente Evo Morales anunciaba, en entrevista concedida a la ‎televisora GigaVisión, que tenía en su poder grabaciones que demostraban que personalidades de ‎la extrema derecha y ex militares estaban preparando un golpe de Estado en previsión de que ‎él volviera a ganar la elección presidencial [1].‎

Pero lo que sucedió no fue un golpe de Estado militar sino el derrocamiento del presidente ‎constitucional. Nada permite pensar que el nuevo régimen sea capaz de estabilizar el país. ‎Estamos viendo el inicio de un periodo de caos. ‎

Los motines iniciados el 21 de octubre, y que llevaron al presidente y al vicepresidente de la ‎República, a la presidente del Senado, al presidente de la Cámara de Diputados y al vicepresidente ‎del Senado a dimitir uno tras otro, no cesaron con la entronización de Jeanine Áñez, la segunda ‎vicepresidente del Senado, el 12 de noviembre. El partido político de la señora Áñez, el ‎Movimiento Demócrata Social, sólo cuenta con 4 diputados y senadores de un total de 130. Y ‎su decisión de instaurar un nuevo gobierno sin representantes de los pueblos originarios (pueblos ‎que los occidentales llamarían “indígenas”) llevó a los miembros de esos grupos étnicos a lanzarse ‎a las calles, en lugar de los grupos de matones que habían sacado del poder al gobierno del ‎presidente Evo Morales. ‎

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Relato de un golpe racista cocinado durante meses

x Soledad Domínguez

Nueve días después de la renuncia forzada de su presidente constitucional Evo Morales, Bolivia se duele de 28 muertos y 750 heridos por bala. El conteo incluye las seis personas muertas este 19 de noviembre de 2019 en la zona de Senkata (ciudad de El Alto), y también los tres miembros de las facciones cívicas opositoras que murieron en choques entre ‘cívicos’ y ‘oficialistas’ a partir del 21 de octubre tras las elecciones presidenciales. Entre los muertos también se cuentan dos policías: uno fallecido en un accidente de moto en medio de una operación represiva, y otro recientemente fallecido, en el hospital, como secuela de la golpiza que recibiera de manos de una multitud.

La mayoría de las víctimas —todas o casi todas— es gente pobre. Los demás murieron en acciones punitivas combinadas del ejército y la policía, por el hecho de salir a las calles a exigir la renuncia de la actual presidenta de facto.

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El golpe de Estado y los escenarios de impotencia critico-práctica

x Miguel Mazzeo

Razones pragmáticas que hacen que les intelectuales-militantes pierdan rigor crítico y que la izquierda se torne “sistémica”

Si se escinden los planos característicos del análisis político (de uno que contenga una perspectiva de clase) y se establecen jerarquías absolutas más que estratégicas, se corre el riesgo de delinear distintos escenarios de impotencia crítico-práctica.

Desde hace ya algunos años, muchos y muchas intelectuales-militantes se anclaron en las condiciones imperantes en el sistema interestatal, revindicaron su especificidad, las absolutizaron y las blandieron como excusa para justificar el bloqueo sistemático de toda práctica emancipatoria radical, auto-afirmativa y no institucionalizada por parte de los Estados administrados por gobiernos dizque progresistas.

Ciertamente, las razones geopolíticas no pocas veces fueron esgrimidas para justificar proyectos neo-desarrollistas (extractivismo incluido) y la integración subordinada de las organizaciones populares y los movimientos sociales a los esquemas ministeriales. Peor todavía: estas razones, desvirtuadas en grado máximo, han servido (y sirven) para justificar alianzas y acuerdos con los futuros verdugos. Son razones pragmáticas que hacen que los y las intelectuales-militantes pierdan rigor crítico y que la izquierda se torne “sistémica”.

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Bolivia, golpe de Estado y la irresuelta guerra entre la Biblia y la Wiphala

x Ollantay Itzamná

El reciente golpe de Estado que defenestró al Presidente constitucional del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, a simple vista, es una disputa política “resuelta” por la vía de la fuerza, entre blancos (Camacho y Mesa) y aborígenes (Evo Morales y los movimientos indígena campesinos). Pero no lo es del todo.

Cuando Camacho y sus seguidores, con toda una ritualidad medieval, sembraron la Biblia (sobre la bandera criolla boliviana) en el centro del viejo Palacio de Gobierno, en la ciudad de La Paz, bajo la arenga religiosa: “Bolivia para Cristo, la Pachamama nunca más volverá a entra a este Palacio”. Y casi simultáneamente otros citadinos mestizos descendieron la Wiphala (bandera quechua aymara) del frontis de dicho edificio y la quemaron públicamente. Esos actos, además de otros, evidencian que la “guerra” irresuelta entre q’aras (blancoides) y aborígenes es, ante todo, una contienda cultural simbólico.

Si durante la Colonia europea la simbología político cultural de los aborígenes había sido “extirpada” casi por completo, mediante métodos inquisitoriales inimaginables. Sin embargo, dichos símbolos (Wiphala, Chakana, wuakas, apus, etc.) subsistieron bajo las cenizas del dolor colonial, en territorios indígenas no controlados por la Corona.

Durante la República, este conflicto sobre lo simbólico cultural se resolvió mediante la tácita coexistencia entre las dos bolivias (la oficial y la clandestina/aborigen). Medianamente cada quien vivía bajo su propia simbología. Después de todo, algunos indígenas eran bolivianos, pero en los hechos NO eran ciudadanos. Y, la gran mayoría, ni eran bolivianos nominales (sin documento de identidad), ni eran ciudadanos bolivianos (no sujetos políticos)

De ese modo, los símbolos políticos oficiales y clandestinos convivieron en el mismo territorio (boliviano) sin encontrarse, ni conflictuarse, entre sí, durante la República.

En la creación del Estado Plurinacional también se tuvo que consensuar la simbología del nuevo Estado. Así fue cómo la Wiphala ingresó en la Constitución Política como una bandera oficial, junto a la tricolor criolla. Lo mismo ocurrió con la Chakana, y las ritualidades constitutivas de las espiritualidades indígenas.

Proceso de cambio y la simbología boliviana

Durante los 14 años del proceso de cambio boliviano, bajo un Estado Plurinacional con presencia casi en todo el territorio boliviano, indígenas y mestizos convivieron sin mayor “guerra” por símbolos políticos, ni identitarios.

Las y los indígenas se sentían representados en la Wiphala que ondeaba junto a la bandera tricolor, y de igual forma los mestizos por lo suyo. De ese modo se pudo hablar de la “ciudadanía intercultural” en la Bolivia plurinacional.

Pero, el fatídico 10 de noviembre reciente, no sólo “restauró” la Biblia prepotente en el Palacio, sino también la bandera del Departamento de Santa Cruz, cuyo escudo contiene una Cruz de la cristiandad y una Corona Ducal medieval. Esta prepotencia simbólica, más el descenso y quema de la Wiphala, más las arengas de la “expulsión de la Pachamama del Palacio”, dibujan a brocha gorda la intencionalidad político cultural de los golpistas.

Destituir a Evo, pero sobre todo la Wiphala

Los golpistas no apostaron, ni apuestan, únicamente a destituir al gobernante indígena, escarmentar con públicos castigos físicos a los indígenas insumisos, y restaurar el sistema neoliberal en Bolivia. NO. Ellos van, ante todo, por la restauración del panteón simbólico del Estado criollo republicano, y hacer escarnio de la simbología política indígena. Porque allí, en esa simbología está, según ellos, la esencia de la insubordinación política de los y las indígenas.

En otros términos, van a destruir lo poco o mucho que se había avanzado en la construcción del Estado Plurinacional y de la ciudadanía intercultural.  Para ellos, destruir la bandera indígena, es anular simbólicamente los derechos indígenas consignados en las leyes. Y, anular derechos indígenas, es devolver al indígena a la condición de NO ciudadano, No sujeto.

Pero, estos predadores de indígenas, en sus planes golpistas premeditados, jamás previeron las reacciones que podrían activar en los indígenas el “sacrilegio” contra la Wiphala.

Horas después de aquel sacrilegio, un ejército de ponchos rojos (aymaras), flameando centenares de whipalas, descendieron desde la ciudad de El Alto hacia la ciudad cede del Palacio de Gobierno, a trote, rugiendo a todo pulmón: “Ahora sí, guerra civil. Ahora sí, guerra civil”. Era un escenario apoteósico que hizo llorar, de susto y/o de emoción, a muchos espectadores reales y virtuales. Los entrevistados concluían: “la Whipala es nosotros”. “Si queman la Wiphala, a nosotros nos queman”…

La Policía Nacional golpista que reprimía, hasta ese entonces, a los manifestantes contra el Golpe de Estado tuvo que replegarse y huir. En la ciudad cede del Palacio, las pocas autoridades políticas remanentes del Golpe tuvieron que ser evacuadas. Por unas horas, la “sensación del acabose final” se expandió y apoderó de las y los citadinos paceños. Hasta que las Fuerzas Armadas golpistas, “decretaron Estado de Sitio” y en conjunto con la Policía Nacional ocuparon la ciudad bajo aplausos y arengas de gratitud de la citadinidad asustada.

Minutos después, la golpista Policía Nacional, en un acto protocolar improvisado, volvió a colocar la Wiphala en su lugar. Pidió disculpas públicas a los indígenas. El golpista Camacho, en mensaje improvisado, intentó argumentar su respeto a la “simbología indígena…”

Nadie sabe a ciencia cierta cual será el epílogo del caos e incertidumbre política actual de Bolivia. Lo único cierto es que los “seguidores”/comerciantes del Dios desconocido y de su Biblia son más miedosos/cobardes que las y los curtidos en las luchas subalternas bajo la “sagrada” Wiphala.