Cumbre de las Américas Entre la crisis existencial y el Plan ALBA
La Cumbre de las Américas se realiza en un momento que se evidencia claramente la crisis hegemónica de Estados Unidos en América Latina y a nivel mundial.
Hasta hace algunos años, a pesar de su pérdida creciente de hegemonía, Estados Unidos lograba disfrazarla manteniendo un círculo de influencias en algunas regiones y en la Organización de Naciones Unidas (ONU).
La ONU, gobernada a través del Consejo de Seguridad, le ofrecía las garantías necesarias para enmascarar acciones de injerencia o intervención directa, como ocurrió en Libia.
La Unión Europea, utilizada por Estados Unidos como su “patio del costado” mostraba la cara “bonita” y los argumentos más “creíbles” a la hora de intervenir en otros países. Libia, Siria y Ucrania son ejemplos.
América Latina, su “patio trasero”, aparecía como una región un tanto “díscola” pero todavía manejable, por lo que no era necesaria una intervención más directa. En ese sentido, opto por dos vías: realizar un trabajo para ganarse esos gobiernos “díscolos” o llevarlos a un desgaste paulatino hasta que los sectores de oposición lograran la fuerza necesaria para asaltar el gobierno en un tiempo prudencial.
La burocrática y decadente Organización de Estados Americanos (OEA), todavía le representaba un ámbito de sumisión de buena parte de América Latina.
Pero esa realidad, hasta cierto punto dócil, fue cambiando rápidamente. El Consejo de Seguridad de la ONU, considerado todavía un lugar confortable hasta la invasión de Libia, comenzó a no serlo tanto cuando la intervención en Siria. La decadencia de ese organismo y la posición contra-hegemónica de Rusia han jugado un papel fundamental en ese cambio.
La Unión Europea, antes más creíble que Estados Unidos, sumida en su propia crisis y ante el descalabro ucraniano ya no ofrece la seguridad necesaria para disfrazar las imposiciones estadounidenses.
La recuperación del “patio trasero” se tornó demasiado difícil por la consolidación de políticas soberanas y latinoamericanistas en algunos países y la construcción de fuertes lazos integradores en lo político a partir de la acción estratégica de Hugo Chávez.
La OEA, de Ministerio de Colonias se transformó en una Casa de Fantasmas en la que dejaron de creer hasta sus más grandes defensores, incluido Estados Unidos. El surgimiento de la Unión de Estados Suramericanos (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), la Alianza Para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la renovación del MERCOSUR (Mercado Común del Sur), posiciones firmes de algunos países y su propia realidad ayudaron a esa conversión del organismo.
Ese contexto llevó a que Estados Unidos intentara nuevas estrategias, sin dejar de lado las viejas, y buscara diversas formas de reposicionamiento para no perder totalmente su hegemonía, y que la crisis hegemónica no se transforme en crisis existencial.
Impulso de la Alianza del Pacífico sin mostrarse que estaba detrás, fortalecimiento de acciones encubiertas contra el proceso integrador de América Latina, apoyo más directo y unificación de objetivos comunes en los sectores de oposición a los gobiernos “díscolos”, intento de incidencia en sectores de esos gobiernos, políticas de ablande y desgaste y apoyo a intentos de golpe, fueron algunas estrategias.
Sin embargo, aunque obtuvo algunos logros y avances, la recuperación hegemónica se ha tornado cuesta arriba. Eso le hizo recurrir nuevamente a la injerencia directa como en Venezuela y acelerar un nuevo plan conjunto de la reacción en todos los países al mismo tiempo. Sin dejar de lado el garrote y la zanahoria.
Días después de iniciar el diálogo con Cuba y mostrar una imagen relativamente autocrítica y conciliadora, arremete más fuerte contra Venezuela. Ahora ante la necesidad de que la Cumbre de las Américas no sea un fracaso total intenta apaciguar la reacción general de América Latina señalando que Venezuela no es una amenaza, aunque no deroga el Decreto y se fomenta a sectores reaccionarios para que participen en la Cumbre.
En estos momentos se evidencia un “Plan ALBA” que busca golpear en forma conjunta en varios países de América Latina y el Caribe, con acciones coordinadas desde los social, económico, político e incluso militar, que se podrá ver más claramente en los próximos meses y años.
El “Plan ALBA” tiene un objetivo estratégico claro: primero aislar la ALBA y luego destruirla. Con eso no solo se busca terminar la Alianza como tal si no su influencia real y simbólica. Como todos los planes de Estados Unidos hacia América Latina y El Caribe, incluidos el Plan Cóndor y el Plan Colombia, el objetivo final es consolidar su hegemonía sobre la región.
Para eso están en marcha políticas de incidencia en los países que integran la ALBA, dirigida hacia adentro y hacia afuera de los gobiernos, y que se complementan con acciones en los otros países. El golpe por país solo fue exitoso en el caso de Honduras, por lo tanto se inició una nueva etapa que busca una incidencia colectiva al mismo tiempo.
Sin necesidad de recurrir a la historia de Estados Unidos con respecto a la región, sus acciones actuales llevan a que en varios países de América Latina y El Caribe, exista una desconfianza hacia ese país difícil de superar y que la Cumbre se trasforme en un foro para demostrar esa desconfianza.
Además de la crisis hegemónica, hay una crisis de confianza desde América Latina hacia Estados Unidos. Mientras ese país empieza a vivir una crisis existencial, que es también en parte una crisis de identidad, por su pérdida de hegemonía, América Latina y El Caribe han ido asumiendo con más fuerza su propia existencia
Es el momento de ensayar desde los nuevos organismos de integración, otro tipo de instancias más serias de diálogo entre América Latina y Estados Unidos, para que, tal vez un día, se pueda superar esa desconfianza.
Ni la OEA ni la Cumbre de las Américas se pueden transformar en un espacio de confluencia. Una y otra representan un momento histórico diferente al que vivimos. Una y otra son la imagen de un pasado impuesto, por lo tanto no tienen futuro.
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