Destrucción y resistencia en las ciudades del Kurdistán turco
Crónica del viaje de diez días de una delegación de jóvenes militantes de la izquierda independentista catalana en el Kurdistán del Norte con el objetivo de documentar el conflicto que se está viviendo en esta región entre la guerrilla del PKK y el Estado turco.
Habíamos visitado esta zona el año anterior y sabíamos que esta vez la situación no tenía nada que ver. Mientras que en nuestro primer viaje había una calma tensa, pero que permitía al movimiento kurdo tener cierta libertad y margen de maniobra, este año éramos conscientes de que lo que se estaba produciendo en el Kurdistán era una guerra en toda regla.
Después de unos días confusos, finalmente la celebración del Newroz fue ilegalizada en todo el estado turco, excepto en la ciudad de Amed. Este hecho, era excepcional, ya que desde la legalización de esta fiesta en 2000, sólo había sido prohibida en 2012, en las ciudades de Amed y de Estambul. Para el pueblo kurdo, el Newroz es uno de los días más importantes del año, ya que mucha gente sale a la calle con una sola voz para defender los derechos nacionales de este pueblo. Prohibir su celebración era una provocación más del gobierno turco y una nueva muestra de la política de agresión abierta que está llevando a cabo desde hace meses contra la población kurda.
Como era de prever, la mayoría de municipios hicieron caso omiso a la prohibición y la gente salió a la calle a celebrar el Newroz. En la ciudad de Batman, situada a poco más de 100 kilómetros de Amed, la policía disolvió la marcha utilizando gases lacrimógenos y cañones de agua. El movimiento kurdo había organizado la marcha el día 20 de marzo -la fecha oficial es el día 21- y tenía preparada una comitiva liderada por el diputado y portavoz de la HDP, el partido pro-kurdo con presencia en todo Turquía, Selahattin Demirtas. Aunque Demirtas es una persona muy conocida en todo el Estado y un líder de renombre para los kurdos, la policía y el ejército no tuvieron ningún miramiento a la hora de atacar las manifestantes. Pero esto no detuvo la gente, que seguía bailando danzas tradicionales mientras se producían enfrentamientos entre la policía y un grupo de jóvenes.
En la ciudad de Amed esta festividad se celebra en el Newroz Parki, un emplazamiento construido especialmente para esta jornada, hace siete años. En este parque se concentran miles y miles de kurdos que se reúnen por autoafirmarse como pueblo y reclamar al Estado unas condiciones de existencia digna. Es un día de discursos políticos emotivos, silencios multitudinarios, actuaciones musicales, bailes e himnos.
La celebración central transcurrió con relativa normalidad, aunque hubo algunas cargas al final de la jornada. Según las autoridades locales, cerca de 500.000 personas participaron a lo largo del día. Este número de gente es inferior al de los dos últimos años, en los que se habían reunido cerca de un millón y medio de personas. Sin embargo, esta cifra se considera muy positiva teniendo en cuenta el estado de guerra actual y el riesgo de atentado que se preveía.
Sur, el ejemplo de la destrucción
Caminar por las calles estrechas del distrito de Sur permite entender que lo que se está produciendo en el Kurdistán del Norte es una guerra. Esta zona de la ciudad de Amed ha sido una de las más golpeadas en los últimos meses.
La política bélica que está llevando a cabo el Estado turco se basa en declarar toques de queda de 24 horas y cerrar barrios o ciudades enteras durante semanas. En este tiempo nadie externo puede recibir información de lo que pasa y todo el que sale a la calle puede ser abatido por armas de fuego. En el distrito de Sur, aunque desde julio se declararon toques de queda seis veces, la ofensiva más salvaje comenzó el 1 de diciembre. Desde ese día hasta el 12 de marzo, en 6 de los 15 barrios de este distrito, se hizo efectivo un toque de queda de 24 horas ininterrumpido. Cerca de 27.000 personas vivían en estos barrios y la gran mayoría de ellas se han visto forzadas a abandonarlo.
La población -principalmente la juventud- para combatir las agresiones del ejército y la policía turca -tanto en Sur como otras ciudades- ha creado la milicia de las YPS (Unidades para la autodefensa de los civiles) y las YPS-Jin (Unidades de mujeres para la autodefensa de los civiles) y levantan barricadas en las calles en conflicto. Esta resistencia es la que está sirviendo de pretexto al estado para mantener las agresiones contra civiles y milicianos de los barrios que utilizan esta forma de autodefensa.
Actualmente, no se puede acceder al interior de este distrito, ya que los combates siguen y los toques de queda son vigentes. Sin embargo, las consecuencias de la guerra han llegado hasta algunas zonas periféricas donde sí se puede acceder.
Las calles están vacías y reina el silencio. Quizás el distrito de Sur era uno de los lugares con más vida de la ciudad. Su mercado, que actualmente presenta un aspecto fantasmagórico, era el típico mercado oriental que cualquiera se puede imaginar: lleno de colores y vida, con multitud de tiendas de pañuelos y alfombras, y personas arriba y abajo a un ritmo frenético. Ahora, la única presencia es la de policías turcos intimidando a los pocos peatones que transcurren por las calles. Fachadas marcadas con impactos de bala, calles llenas de escombros y habitaciones al descubierto.
En el interior del barrio se puede visitar el Centro Cultural Tigris y Éufrates. Este espacio se está utilizando de tanatorio improvisado para velar los cuerpos de algunas combatientes muertas durante el conflicto.
La política de toques de queda no permite ni sacar los cuerpos de las zonas afectadas.
A Sur, y también a las otras quince ciudades atacadas, el Estado confina la población dentro de las viviendas y derriba y quema casas, en muchos casos con la gente dentro. Sur, a pesar de ser un barrio protegido por la Unesco por su valor histórico y cultural, está siendo destruido por máquinas excavadoras turcas. Después de destruir edificios, recogen los escombros con camiones y los tiran al río Tigris. Este hecho dificulta que se pueda documentar lo que está sucediendo, así como hacer el recuento de víctimas, algunas de ellas sepultadas y desaparecidas posteriormente con la eliminación de los escombros. Los vecinos hablan de más de 5.000 casas destruidas y la municipalidad de Amed recoge en un informe que cerca del 70% de los edificios han sido derribados y que 30.000 personas han recibido atención de la municipalidad, de un total de 45.000 desplazados.
Un documento del centro de información de la HDP con fecha de 18 de febrero recoge un total de 27 víctimas civiles identificadas, aunque las cifras son inciertas, ya que aún aparecen cadáveres. Aún así, muy posiblemente la cifra sea superior, ya que la gente de este barrio calcula que entre civiles y jóvenes milicianos han muerto más de 200 personas. La violencia en esta región de Amed ha sido devastadora. En esta masacre, aparte de los 20.000 militares y policías de las fuerzas especiales del Estado, también han participado, según explican varios testigos, guerrillas paramilitares islamistas vinculadas al Estado Islámico que, exportando su experiencia en la guerra en núcleos urbanos – principalmente de Siria, en ciudades como Alep- han dado su apoyo a las fuerzas represivas del Estado turco.
Todo este terror está provocando secuelas psicológicas a la población, especialmente entre los niños. En un informe del Movimiento ecológico de Mesopotamia, que cuantifica los daños medioambientales y psicológicos de esta guerra, se explica que algunas familias atan a sus hijos e hijas a las casas para que no salgan a la calle durante los toques de queda.
Cizre, una ciudad hecha escombros
Cizre es una ciudad de cerca de 130.000 habitantes situada a pocos kilómetros de la frontera con Siria y uno de los emblemas del movimiento kurdo en la zona de Turquía. Desde hace diez años que gobierna el partido kurdo, con un resultado del 81% de los votos para la coalición DBP-HDP en las últimas elecciones municipales. Hasta hace poco, en la ciudad no entraba la policía y el proyecto político del confederalismo democrático se estaba desarrollando con determinación.
La intensidad del conflicto vivido en los últimos meses ha sido muy elevada. El aire que se respira en la ciudad huele a pólvora. Aunque desde el mes de julio los enfrentamientos con la policía eran habituales, no fue hasta el 12 de diciembre que declararon el toque de queda de 24 horas. Se prolongó durante 67 días, con sucesivos combates entre las YPS y la policía turca.
Con la misma política de guerra que en Sur, la población quedó confinada en las casas y se destruyeron barrios enteros, en el caso de Cizre principalmente cuatro. Según un miembro de la Federación de Municipios de la Anatolia, una institución que actualmente registra las consecuencias de la guerra, más de 300 civiles han muerto sepultados durante los toques de queda. El 18 de febrero ya se habían podido identificar 137 cadáveres, pero el proceso forense de reconocimiento de cuerpos continúa hoy.
Activistas del movimiento kurdo denuncian que esta guerra ha sido la peor que ha sufrido el Kurdistán del norte, superando la de los años noventa, cuando cerca de 3.000 pueblos fueron quemados y tres millones de kurdos que huir de su lugar de origen. A diferencia de los conflictos anteriores, en este caso la guerra se ha centrado en las ciudades, lo que genera una mayor destrucción y una afectación a amplias capas de la población.
Parece que tras esta táctica de guerra también hay una operación urbanística en marcha. El Estado a través de un organismo llamado TOKI pretende reconstruir todos los barrios afectados y revender las casas a los antiguos habitantes de los inmuebles. En el barrio de Sur por ejemplo, a finales de marzo del Estado anunció que expropiaba un 60% del suelo propiedad de la municipalidad de Amed y pasaba a ser el administrador.
La situación que se vive en el Kurdistán del norte no es una guerra aislada, sino que responde a una táctica concreta del gobierno del AKP para construir a sangre y fuego la identidad y nación turcas. Una estrategia directamente relacionada con la liberación por parte de las fuerzas kurdas de la ciudad de Kobane -y que vislumbra un posible estado kurdo en la frontera turca- y con la necesidad del gobierno de Erdogan de perpetuarse en el poder.
Al parecer, el Estado turco no tendrá demasiados miramientos a la hora de conseguir sus objetivos y el sufrimiento del pueblo kurdo está siendo su consecuencia. A Cizre han perpetrado algunos de los episodios más atroces, como atar el cuerpo desnudo de un miliciano muerto detrás de un coche y arrastrarlo por toda la ciudad o dejar el cuerpo de una mujer muerta durante más de una semana en medio de la calle, así como el asesinato de niñas de 4 meses y los restos de masturbaciones de militares en el interior de las casas.
En esta ciudad se han destruido más de 1.500 edificios y cerca de 70.000 personas han sido afectadas por los toques de queda, muchas de ellas se han visto obligadas a abandonar los hogares. Sin embargo, durante el día -las horas que quedan fuera del actual toque de queda de las 19 a las 5.30 h de la mañana- se respira una cierta tranquilidad. La gente procura seguir haciendo su vida. Hay familias que viven en casas prácticamente en ruinas y algunos niños recogen balas que luego venden a peso.
Un pueblo inmortal
El momento que vive actualmente el pueblo kurdo parece realmente crítico. Prácticamente todo el mundo explica que es el peor ataque que han recibido nunca. El conflicto, que a estas alturas ya ha afectado 15 ciudades importantes y que suma más de 600 civiles muertos -que hayan podido certificarse- y cerca de 400.000 desplazados, no parece que pueda acabar a corto plazo.
Día tras día, hay nuevas informaciones de muertos, gente desplazada y nuevos toques de queda. La represión en toda la zona turca también se cifra en miles de militantes encarcelados desde el mes de julio. Actualmente, hay diecinueve alcaldes en prisión y 44 más con procesos judiciales abiertos. La ofensiva del gobierno es en todos los frentes, tanto el político como el judicial y el militar.
El sentimiento es el de estar perdiendo una generación. Aún así, la esperanza del pueblo kurdo no se acaba. Desde la distancia, es difícil imaginar que sólo con la guerrilla y varias milicias puedan torcer el ejército turco (el segundo ejército mejor armado de la OTAN). Ahora bien, ellas no tienen ninguna duda. Masacre tras masacre, el pueblo kurdo continúa mirando la vida con una sonrisa y acogiendo con los brazos abiertos a todas aquellas personas que se solidarizan y se suman a su lucha. Están totalmente convencidas de que, tarde o temprano, serán capaces de liderar un proceso de democratización por todo el Oriente Medio.
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Laura Arcarons Martí Es geóloga, militante de Arran y de Fúria Feminista del barrio de Fort Pienc Pau Costa Ferrer Es técnico del espectáculo, miembro del Casal Independentista de Pla de l’Estany y colaborador de la CUP Aleix Rodriguez Espeso Es cocinero, militante de Arran y de la CUP www.directa.cat. Traducción: Daniel Raventós para Sinpermiso