Abriendo las grandes alamedas
x Atilio Borón
Pasó casi medio siglo. En el medio una atroz dictadura que torturó, mató, desapareció y exilió a cientos de miles de chilenas y chilenos. Aparte saqueó el país y enriqueció a los jerarcas del régimen, comenzando por el propio Augusto Pinochet y familia.
Luego, con el retorno de la “democracia” -en realidad, un muy bien montado simulacro, con todas las formas, pompas y circunstancias de aquella, pero huérfano de sustancia real- transcurrirían largos treinta años en donde germinó con fuerza la semilla maldita sembrada por el dictador y sus compinches. Sus frutos fueron una sociedad tremendamente desigual, que además rompió sus tradicionales lazos solidarios y se entregó al espejismo resumido en la fórmula acuñada por el régimen: la ciudadanía es el consumo. En otras palabras, el triunfo de la “antipolítica” y, por extensión, la obsolescencia de toda forma de acción colectiva.
A lo anterior se le agregó el saqueo de las riquezas del país y su transferencia a poderosas oligarquías empresariales, el incondicional alineamiento de Chile a Washington, escandalosamente representado por ese fotografía de Sebastián Piñera en la Casa Blanca donde hacía coincidir la estrella de la bandera chilena con las cincuenta del pabellón imperial, graficando la aspiración de la elite de su país de convertirse en una colonia de EEUU. Treinta años en donde lo que hubo fue continuidad y no ruptura entre el pinochetismo y el régimen sucesor, lo que daba al traste cualquier pretensión de hablar seriamente de una “transición democrática.”
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