Una parte fundamental de la guerra que se libra hoy en Ucrania son las enormes sanciones impuestas por EEUU y sus aliados [títeres] contra Rusia, con efectos económicos, sociales y políticos para el mundo entero. Nicholas Mulder, profesor de la Universidad de Cornell, nos recuerda que hay que retrotraerse casi un siglo para encontrar una situación similar: «La última vez que una economía del tamaño de Rusia enfrentó un espectro de restricciones comerciales tan amplio como el que se aplicó tras la invasión a Ucrania fue en la década de 1930. No obstante, a diferencia de Italia y Japón en esa época, hoy Rusia es uno de los principales exportadores de petróleo, granos y otras materias primas esenciales».
Justamente de este tema de enorme actualidad, la génesis del «arma económica» en el período de entreguerras, se ocupa su último libro. Su interés, entonces, no es meramente histórico: el análisis resulta más que útil para pensar el conflicto geopolítico que estremece al mundo y acelera cambios tectónicos en el orden global, entre los que se destacan la crisis de hegemonía estadounidense, el ascenso de China y la región Asia-Pacífico, la creciente debilidad y subordinación de la Unión Europea y el fortalecimiento del eje Moscú-Pekín, que articulan además a otros emergentes a través del grupo BRICS.
Este domingo [30 de octubre de 2022] el expresidente brasileño de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva ha derrotado por poco al actual presidente de derecha Jair Bolsonaro y ha ganado las elecciones presidenciales de Brasil. Su victoria lleva a una cada vez mayor corriente de izquierda en América Latina hacia un nuevo hito y supone un cambio fundamental en el paisaje político de todo el continente.
Entre finales del siglo XX y principios del XXI las fuerzas de izquierda de más de diez países de América Latina ganaron sucesivamente las elecciones. Algunos observadores consideran este fenómeno un “giro a la izquierda” colectivo y una “marea rosa” de América Latina. En aquel momento Lula era un dirigente de izquierda moderado. El gobierno de Lula animó a la población a participar en la política, concilió el crecimiento económico con un aumento del gasto social y de la inversión pública en sectores críticos de la economía, introdujo regulaciones para la mano de obra doméstica y le proporcionó asistencia social y salarios más altos, promovió la justicia social haciendo crecer el empleo y participó de forma proactiva en la formulación de normas internacionales… Su gobierno había ofrecido unas respuestas que satisfacen al pueblo brasileño, que considera a Lula “el mejor presidente que ha tenido Brasil”.
Semanas atrás la Casa Blanca dio a conocer su largamente esperado documento sobre la Estrategia de Seguridad Nacional 2022 (ESS) que habría de guiar la política exterior de la Administración Biden.
Esta clase de informes se tornaron obligatorios desde 1987 a los efectos de comunicar al Congreso la visión del Poder Ejecutivo sobre los problemas que menoscaban la seguridad nacional del país. La ESS debe explicitar los cambiantes desafíos que el escenario internacional plantea a EEUU –tema especialmente relevante en el contexto del actual derrumbe del orden mundial de posguerra– y los recursos con que se cuenta para enfrentarlos.
El informe está obligado a incluir una discusión de los intereses nacionales en juego, los compromisos con aliados y Gobiernos amigos, la estrategia para garantizar la seguridad nacional (y de sus ciudadanos, empresas y organizaciones no-gubernamentales actuando en el extranjero) así como los recursos de defensa necesarios para disuadir las amenazas de enemigos externos o grupos terroristas que actúan al interior de EEUU.
Hice un curso de lectura rápida y leí La guerra y la paz en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia (Woody Allen)
El «orden internacional basado en reglas» definido hace al menos tres siglos por las cañoneras euroamericanas, pero en especial por sus pueblos anglófonos, fue desafiado abiertamente por Rusia. Moscú decidió poner en discusión la idea que la potestad de las reglas solo le corresponde a Occidente, es decir, a Estados Unidos.
Con esta apuesta el mundo quedó divido en dos. Un lado occidental y un lado oriental. El lado occidental suele atribuirse hablar en nombre de la comunidad internacional, una ficción de los siete países que en su día fueron los más ricos y poderosos del mundo, el G7, y que en la actualidad representa al 9.8% de la población mundial y 50% de su PBI. Del lado oriental, en caso de que Rusia no sea derrotada, y lo más probable es que no lo sea, su simple acto de insubordinación contra el mandato impuesto después de 1991, inaugura un nuevo orden internacional, con la aparición de una potencia con capacidad y disposición, al parecer, para rivalizar con Occidente y sostener, con sus propias armas, sus intereses estratégicos, sus líneas rojas y su propio sistema de valores.
Estados Unidos se juega el dominio hegemónico del mundo
“El periodo posterior a la Guerra Fría ha llegado a su fin… el desafío no podría ser mayor. Las acciones que nosotros tomemos definirán de ahora en más si esta será una era de conflictos o el comienzo de un futuro más próspero y estable”. Con estas palabras, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del gobierno norteamericano, sintetizó la semana el rol de Estados Unidos en defensa del actual orden global amenazado por el avance de potencias “autoritarias”. Según él, China y Rusia creen que la democracia está en decadencia e intentan imponer un orden multipolar acorde con sus intereses. Esto no ocurrirá, afirmó: las democracias y los países aliados a Estados Unidos “saben que somos la mejor apuesta para defender” la libertad en el mundo [1]. Lo que está en juego, pues, es el dominio hegemónico de los Estados Unidos. En este contexto, la política exterior del gobierno de Joe Biden excluye toda negociación y el reconocimiento de errores. El eje de su estrategia es escalar los conflictos sin límites hasta imponer los intereses norteamericanos.
Esta estrategia ignora hechos básicos del pasado. Entre ellos, la crisis de los misiles rusos colocados en Cuba en 1962 cuando el Presidente John Fitzgerald Kennedy negoció un acuerdo con el gobierno ruso, aceptando retirar los misiles que Estados Unidos habían colocado en Turquía e Italia y que llevaron a los rusos a colocar misiles en Cuba [2]. La actual política exterior también omite que el reclamo ruso de fronteras seguras fue reconocido por distintos gobiernos norteamericanos, incluso en plena desintegración de la Unión Soviética. Hoy este reclamo es ignorado y se impulsa abiertamente un “cambio de régimen” político en Rusia para garantizar la seguridad de “Occidente”. Esto implica escalar la guerra en Ucrania, aun a riesgo de un enfrentamiento nuclear. Para la política norteamericana, negociar la paz en Ucrania potencia los riesgos de una catástrofe nuclear porque es sinónimo de “debilidad” [3].
Recientemente Estados Unidos ha identificado a China como su principal enemigo y trata de frustrar su ascenso económico y tecnológico. Los chips desempeñan un papel fundamental, ya que son la columna vertebral de las capacidades económicas y militares en la era digital. Es muy dudoso que Estados Unidos tenga éxito con esta táctica.
La clave del futuro
La tecnología es la clave del futuro. Por un lado, es la base del poder militar y, por otro, de la productividad económica y la posición competitiva en el mercado mundial.
Hasta hace poco Estados Unidos mantenía una posición dominante e inexpugnable en ambos ámbitos. La Casa Blanca quiere mantener ese monopolio a toda costa, pero el ascenso de China amenaza con ponerle fin.
Según el asesor presidencial de seguridad de Estados Unidos Sullivan, «nos enfrentamos a un competidor que está decidido a superar el liderazgo tecnológico de Estados Unidos y está dispuesto a dedicar recursos casi ilimitados a ese objetivo».
Por lo tanto, Estados Unidos ha identificado a la República Popular China como su principal enemigo y trata de frustrar el ascenso económico y tecnológico de este gigante asiático.
Guerra por los chips
Sobre todo los semiconductores y en particular los chips (1) están en la mira. Es lógico, porque en el futuro, la supremacía geopolítica probablemente dependerá cada vez más de los chips informáticos. Los chips son circuitos integrados que en la practica forman el sistema nervioso de todos los dispositivos electrónicos.
Hasta el siglo pasado el poder de ataque militar se basaba en las armas de fuego, los buques de guerra, los aviones de combate o los misiles (nucleares). En la era digital los chips son la columna vertebral de las capacidades económicas y militares.
Según James Mulvenon, un experto en ciberseguridad china, «el Pentágono ha decidido que los chips son la colina en la que está dispuesto a morir. La industria de los chips es la última en la que Estados Unidos es líder y es la industria sobre la que se construye todo lo demás».
A principios de octubre de 2022 la Casa Blanca pasó de las palabras a los hechos. El gobierno de Biden introdujo amplios controles de exportación que obstaculizarán gravemente los intentos de las empresas chinas de obtener o fabricar chips informáticos avanzados.
Bajo el gobierno Trump las empresas estadounidenses ya no podían vender chips a Huawei. Biden ha ampliado ahora esas restricciones comerciales a más de 40 empresas chinas, incluidos varios fabricantes de chips. La nueva medida prohíbe a cualquier empresa estadounidense o no estadounidense suministrar a esas empresas chinas hardware o software cuya cadena de suministro incluya tecnología estadounidense.
Las restricciones a la exportación no solo se dirigen a las aplicaciones militares, sino que intentan bloquear por todos los medios el desarrollo del poder tecnológico de China. La estrategia consiste en aislar a China del resto del mundo en las cadenas de suministro de chips para negarle la oportunidad de desarrollar su propia industria de chips en el ámbito nacional.
Paul Triolo, experto en China y en tecnología, califica esta nueva medida de «punto de inflexión importante» en las relaciones entre Estados Unidos y China. «Estados Unidos ha declarado esencialmente la guerra a la capacidad de China para promover el uso de la informática de alto rendimiento con fines económicos y de seguridad».
Al mismo tiempo, Estados Unidos está haciendo todo lo posible para aumentar su ventaja tecnológica. Por ejemplo, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca acaba de publicar un documento de 47 páginas titulado Estrategia nacional para la fabricación avanzada que contiene 11 objetivos estratégicos para aumentar la competitividad de Estados Unidos en materia de chips.
Al margen de la geopolítica, la industria de los chips también es un gran negocio. La capitalización bursátil de las mayores empresas de chips que cotizan en bolsa supera ya los 4.000 billones de dólares. China gasta más en las importaciones de chips de ordenador que en las de petróleo.
En busca de aliados
Aunque a Biden le gusta decir que le encanta colaborar con los aliados, esta guerra por los chips solo emana de Estados Unidos. Los expertos admiten que si otros países siguen abasteciendo a China, las restricciones pueden tener entonces poco efecto. La única consecuencia es que las empresas de chips estadounidenses se pierden el gran mercado chino.
En el pasado Estados Unidos ya había presionado a otros países para que dejaran de suministrar productos de alta tecnología a China. En el caso de los chips, se trató principalmente de Corea del Sur, Japón, Taiwán y los Países Bajos. Con la nueva medida las empresas extranjeras que trabajen con tecnología estadounidense deberán actuar de acuerdo con las restricciones de Estados Unidos. Tienen que solicitar el permiso de Estados Unidos caso por caso.
Por supuesto, esos países no están ansiosos por hacerlo, ya que China es un cliente muy importante, si no el más importante. Samsung, por ejemplo, es el mayor fabricante de chips de memoria del mundo. En parte como consecuencia de la nueva medida, esta empresa surcoreana prevé un 32% menos de ingresos. Queda por ver si estos países buscarán y encontrarán posibles vacíos legales, y en qué medida.
En especial Washington quiere incluir a Taiwán en su estrategia de aislamiento. Taiwán representa el 92% de los chips de gama alta del mundo. Para China las importaciones de Taiwán son de una importancia vital económica y tecnológicamente.
La reciente visita provocativa de Pelosi y otros políticos estadounidenses a Taiwán de Pelosi forma parte a todas luces de esta guerra de chips. A mediados de septiembre el Senado estadounidense aprobó un proyecto de ley que prevé 6,5 billones de dólares en ayuda militar directa a la isla. Washington está aumentando la presión contra China en varios frentes.
¿Posibilidades de éxito?
Los chips son el principal motor de la electrónica. China representa ahora uno 12% de la producción mundial, lo que es absolutamente insuficiente para las necesidades propias. Solo una sexta parte de lo que necesita en chips se produce en el país. Además, por el momento no es capaz de producir chips de última generación. En otras palabras, el país depende en gran medida de las importaciones de chips. Anualmente representa alrededor de 400 billones de dólares. Si ese suministro se ve en peligro, no significaría solo una pérdida económica muy grande, sino que también perjudicaría gravemente el avance tecnológico. En este sentido, los chips representan el talón de Aquiles de la industria china.
Para superar esta dependencia y ponerse al día tecnológicamente China está invirtiendo más que cualquier otro país en esta industria estratégica. El país ya ha hecho grandes progresos en varios ámbitos. Por ejemplo, ha producido con éxito un chip de 7 nanómetros (2), lo que sitúa a China solo una o dos «generaciones» por detrás de los líderes del sector en Taiwán y Corea del Sur. A pesar estos avances. por el momento sigue dependiendo de las importaciones de otros países (3). No tiene por qué seguir siendo así. Analysis Mason, una empresa consultora de primera línea, afirmó en un informe reciente que China podría ser autosuficiente en chips en un plazo de tres a cuatro años.
En cualquier caso, la estrategia restrictiva de Estados Unidos motivará al gobierno chino a destinar aún más recursos y a realizar avances. Asia Times pone el ejemplo del bloqueo en 2015 del suministro de procesadores Xeon Phi de gama alta de Intel a los fabricantes de superordenadores chinos. Un año después los investigadores chinos desarrollaron esos procesadores por sí mismos.
En el pasado Estados Unidos consiguió a menudo llamar al orden a países y ponerlos firmes, pero es muy dudoso que esto funcione con China. A finales de esta década sabremos si el intento de Estados Unidos de neutralizar la industria china de los chips ha tenido éxito o ha fracasado.
Notas:
(1) Los semiconductores son componentes electrónicos basados en material semiconductor. Ejemplos de semiconductores son un diodo y un transistor. Se podría decir que los semiconductores son como los bloques de construcción de los chips. Los chips son circuitos integrados de pequeño tamaño. Forman parte de un ordenador u otros dispositivos electrónicos. En los medios de comunicación no se suele distinguir entre semiconductores y chips.
(2) Al parecer, la empresa en cuestión, SMCI, está trabajando ahora en chips de 5 nanómetros aún más avanzados.
(3) Por ejemplo, China no puede fabricar dispositivos semiconductores avanzados sin equipos de litografía EUV de ASML (Países Bajos) y herramientas de automatización del diseño electrónico (EDA) de Synopsis y Cadence (Estados Unidos) o Siemens (Alemania).
Comencemos con los gasoductos. Hace casi siete años, mostré cómo Siria fue la última guerra por “Pipelineistan” . Damasco había rechazado el plan -estadounidense- de un gasoducto Qatar-Turquía, en beneficio del Irán-Irak-Siria (para lo cual se firmó un memorando de entendimiento).
Lo que siguió fue una campaña concertada de “Assad debe irse”: una guerra de poder como el “camino hacia el cambio de régimen”. El dial tóxico aumentó exponencialmente con la instrumentalización del ISIS, otro capítulo más de la guerra del terror. Rusia derrotó al ISIS, impidiendo así el cambio de régimen en Damasco. El oleoducto favorito del Imperio del Caos mordió el polvo.
Ahora, el Imperio finalmente ha cumplido con su vendetta, haciendo estallar los oleoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2, que transportaban o estaban a punto de transportar gas ruso a los competidores industriales de EEUU: los países de la Unión Europea.
Ahora sabemos que la Línea B del Nord Stream 2 no fue golpeada y está lista para funcionar. Reparar las otras tres líneas no sería un problema: según los ingenieros navales es cuestión de dos meses. El acero de los Nord Streams es más grueso que el de los barcos modernos. Gazprom se ha ofrecido a repararlos, siempre que los europeos se comporten como adultos y acepten estrictas condiciones de seguridad (y paguen por la reparación).
Es imposible rastrear la turbulencia geoeconómica inherente a los «dolores de parto» del mundo multipolar sin las ideas del profesor Michael Hudson de la Universidad de Missouri, y autor del ya seminal ‘The Destiny of Civilization’ (El destino de la civilización: capitalismo financiero, capitalismo industrial o socialismo) /1
En su último ensayo /2 , el profesor Hudson profundiza en las políticas económicas/financieras suicidas de Alemania; su efecto sobre el euro, que ya está cayendo, y sugiere algunas posibilidades para una rápida integración de Eurasia y el Sur Global en su conjunto para tratar de romper el dominio del Hegemón.
Eso condujo a una serie de intercambios de correos electrónicos, especialmente sobre el papel futuro del yuan, donde Hudson comentó:
“Los chinos con los que he hablado durante años y años no esperaban que el dólar se debilitara. No están llorando por su ascenso, pero están preocupados por la fuga de capitales de China, ya que creo que después del Congreso del Partido [a partir del 16 de octubre] habrá medidas enérgicas contra la defensa del libre mercado de Shanghái. La presión por los cambios que se avecinan lleva mucho tiempo acumulándose. El espíritu de reforma para frenar los ‘mercados libres’ se estaba extendiendo entre los estudiantes hace más de una década, y ha ido ascendiendo en la jerarquía del Partido”
Sobre el tema clave de que Rusia sólo acepte el pago de la energía en rublos, Hudson tocó un punto que rara vez se examina fuera de Rusia: “Realmente no quieren que se les pague solo en rublos. Eso es lo único que Rusia no necesita, porque simplemente puede imprimirlos. Solo necesita rublos para equilibrar sus pagos internacionales, para estabilizar el tipo de cambio, no para impulsarlo”
El imperialismo notoriamente en decadencia y en su afán de crear un nuevo orden mundial funcional a sus intereses de dominio y siempre dependiente de su poder y control, ante los indicios de deseos de independencia y libertad de los países principalmente de los denominados del tercer mundo, va retardando y desvirtuando las verdaderas contradicciones sociales propias de un sistema capitalista que hace que las sociedades se fragmenten y sean dependientes de un sistema internacional controlado por los elementos que conforman este imperialismo, el capital industrial, financiero, el sistema bancario y de este, todo un sistema de comercio internacional, el control de las tecnologías y desarrollo de la ciencia adaptadas al sistema productivo etc. Hace que las organizaciones internas de todo el sistema de cada país sean acorde y surge de las estructuras afines a este sistema internacional asimismo su propia organización y estructura social.
En la búsqueda de la independencia y libertad del dominio imperial han nacido nuevas formas y alianzas de lucha antimperialista entre países de todos los continentes, plagados de bases militares de dominio norteamericano cuales gendarmes vigilan y observan los sucesos internos de estos países principalmente de aquellos en desarrollo. Podemos identificar en América Latina, África, Asia Occidental y Central organizaciones de países que desafían el dominio de este imperialismo y la dependencia de las estructuras de sometimiento en todos los ámbitos, comercial, bancario, tecnológico, militar y financiero, entre otras formas de dominio y principalmente usurpación de los recursos naturales.
Los dirigentes de la UE son unos TRAIDORES (vendidos al asesino de Europa, los EE.UU.), como pueden ser todos los mandatarios de los países de la UE y sobre todo los nazis Ursula Vonder Layen y Josep Borrell, que en su traición están ayudando a Biden a empobrecer y destrozar Europa.
Por otra parte, LOS VASALLOS europeos están zombificados por el poder mediático del neoliberalismo global (comandado por los EE. UU.), con un “síndrome de Estocolmo”, pues estos VASALLOS europeos son admiradores de su asesino USA. Y además están archiconvencidos de encontrarse en una «democracia» insustituible, aunque en realidad sea opresora y suicida para la inmensa mayoría. Pero la opinión pública está en la inopia, es decir en la opinión mediática.
Y sucede que una guerra que parece de Rusia contra Ucrania en realidad es de EE. UU. contra la UE, porque USA y su brazo armado la OTAN, quieren destrozar (“balcanizándola”) a Europa entera, igual que destrozaron Yugoslavia [1]. De esta forma USA elimina a un competidor (la UE) y la convierte en una región muy débil y más fácilmente manipulable, explotable y esclavizable.
Mientras, prosigue el “síndrome de Estocolmo” en los VASALLOS “democráticos” europeos atontados (zombificados por el poder mediático) que ya están votando masivamente al nazi-fascismo; eso sí, “democráticamente”. Zombificados a base de mentiras como que lo bueno e irrenunciable es el crecimiento oligárquico o como pueda ser la rusofobia, esto último es algo que le resulta muy rentable y útil a EE. UU. para conseguir el consumo de gas licuado made in USA y también para facilitar la balcanización de toda Europa.