Réquiem por el intelectual en medio de una crisis sanitaria
x Ricardo Orozco
Contrario al sentido común imperante en la derecha mexicana y en grandes sectores de la propia izquierda —desde la más rastrera y conservadora hasta las militancias más recalcitrantes de la 4T, pasando por las adherencias, los adeptos y hasta los observadores externos—, según el cual el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (y él mismo en persona) carece de experiencia, tacto, precisión, congruencia y consistencia en su política de comunicación sobre cualquier asunto que competa a la vida pública en el país ¿podríamos afirmar que el modelo de comunicación establecido entre el gobierno de la 4T y la sociedad mexicana es uno de los experimentos de interlocución política más efectivos experimentados en la historia reciente de México, en general; y de un gobierno federal, en particular?
Desde su toma de posesión de la primera magistratura del Estado mexicano (pero inclusive desde mucho tiempo atrás, cuando López Obrador se lanzó por primera vez a una contienda electoral por la presidencia de México), el sentido común dominante en amplios sectores de la sociedad, impulsado con particular virulencia, profusión e insistencia por los intereses opuestos y antagónicos al estilo personal de gobernar de López Obrador, es aquel que indica que el actual presidente de México es un personaje poco o nada preparado para afrontar las responsabilidades y los retos que plantea el ejercicio de gobernar a un Estado tan grande, complejo y diverso como el mexicano; ya de entrada, debido a las deficiencias que éste funcionario público muestra constantemente en sus capacidades de comunicar con eficiencia, veracidad y precisión lo que piensa y lo que busca hacer al fungir en un cargo público.
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