La UNAM, los paros y el feminismo radical: no todo lo que brilla es oro
x Andrea Noriega Méndez*
Pese a ser una tarea inherente y fundamental, la izquierda casi siempre olvida la autocrítica. Señalar y cuestionar los objetivos, formas y métodos de los movimientos que se reclaman de izquierda o progresistas no constituye acto alguno de desprecio o traición hacia el conjunto de sus luchas. Sin embargo, en los tiempos que corren, se ha instalado paulatinamente una especie de autocensura en toda la izquierda que a la par de ir fortaleciendo discursos y prácticas que en apariencia son progresistas y libertarias (pero que en el fondo son profundamente reaccionarias, conservadoras y autoritarias) también ha ido perdiendo su capacidad de crítica al no querer, intencionalmente, cuestionar lo que se ha impuesto como el criterio último y absoluto de lo políticamente correcto. De tal manera que, cuando de analizar una situación concreta se trata, no se hace una lectura crítica, coherente y detenida para comprender dicha situación, pues, ya sea por miedo, cobardía o interés, se teme quedar expuesto, señalado y/o excluido por no hacerle comparsa a la moda dominante de lo políticamente correcto. Es ahí, entonces, en donde del análisis crítico se pasa a la apología o al silencio cómplice.
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