El salario mínimo, una chingadera

“El que no trabaje, que no coma”, dice la Biblia. Dura enmienda que resume bastante bien la situación que vivimos todos los días en el capitalismo. Desafortunadamente, lo que no contempla la Biblia es que no todos tienen las mismas condiciones para obtener un empleo y mucho menos uno bien remunerado que alcance para vivir de una manera digna.

En el capitalismo todo cuesta: la renta, el gas, los frijoles… y todo va cuesta arriba. En cada familia del pueblo mexicano vemos cómo hay que apretar el cinturón, alargar el gasto y reducir todo a lo más esencial y luego ni así alcanza. Nuestros papás se están quedando sin una jubilación o están sobreviviendo con la pensión que se les da a las personas de tercera edad. Nosotros, un poco más jóvenes y fuertes, no encontramos una chamba que nos dé seguro, un salario decente ni mucho menos que esté cerca de la casa. La cosa pinta fea.

En este contexto, el gobierno mexicano, desde sus aviones lujosos y sus casas en zonas residenciales, dice que la desocupación ha bajado, que ya más mexicanos tienen empleo, que estamos moviendo a México. Y sí, la desocupación bajó, pero a qué precio.

El Estado habla de números, nos dice que de 2015 a 2016 la tasa de desempleo bajó de 4.39% a 3.92%, es decir, que más o menos medio millón de personas pasaron de ser desempleadas a tener alguna actividad remunerada. Pero lo que no dice es que, de los 53 millones de mexicanos en edad de laborar, 30 millones no tienen seguro social y tienen salarios precarios, es decir, insuficientes para satisfacer todas las necesidades. En este rubro entran todos los trabajadores informales y las personas que ganan entre uno y dos salarios mínimos.

Ahora bien, el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) nos dice que la canasta básica consta de 40 productos y tiene un costo de $320.16 diarios, o sea, mensualmente se deberían de gastar $9,604.80 para tener una alimentación sana y balanceada, este gasto representa más de cuatro veces el salario mínimo actual, un insulto.

Esto no quiere decir, solamente, que el salario mínimo debería aumentar cuatro veces para vivir dignamente, pues en el capitalismo, repetimos, todo cuesta. Entonces, para tener una buena alimentación y pagar los servicios cotidianos, transporte, renta, vestido y acceso a actividades recreativas el ingreso del trabajador mexicano debería ser de $19,209.60, según el propio CAM.

Esta cantidad a la mayoría de los mexicanos nos parece un sueño… y lo es, en el capitalismo. Sin embargo, también debemos recordar la existencia de esa cosa diabólica, para continuar en el lenguaje bíblico, llamada “plusvalor”, la cual se define como la parte del valor que la clase capitalista arranca al trabajador, es decir, eso que trabajamos y no se nos paga.

En nuestro país, en promedio, un empleado produce su salario en siete minutos, sí, ¡siete minutos! Y el resto de la jornada de ocho horas, la cual en realidad llega a ser de hasta 10 ó 12, es pura extracción de plusvalor, puro trabajo no pagado. Entonces, como decía aquel horrible comercial del gobierno federal: ¿sí se puede?

Definitivamente se puede. Y no, no sólo basta con acabar con la corrupción, pues un burgués puede ser bien “honesto”, seguir las reglas del capitalismo y no por eso deja de ser un explotador. Tampoco se trata de aumentar los programas sociales clientelares y dar despensas a diestra y siniestra, sobre todo si se acercan las elecciones. No, el problema de raíz tiene que ver con la propia manera como se genera la riqueza en este sistema capitalista donde unos trabajan horas y horas y otros comen del producto de ese trabajo.

Por eso, como organización, enarbolamos el incremento de emergencia al salario mínimo dentro de nuestro Programa Mínimo de Lucha (PML), al tiempo que vemos necesario avanzar de manera organizada con todos los trabajadores del campo y la ciudad, del sector público y privado, para recuperar los derechos laborales que ganaron las anteriores generaciones de obreros tomando en cuenta que la única manera para lograrlo es con la transformación de este modelo de explotación, con el fin del sistema capitalista en uno donde el producto del trabajo se quede en las manos de quien lo realizó, donde la mayoría ahora explotada deje de serlo y sea la que decida el rumbo de su propia historia, un futuro al cual nosotros llamamos socialismo y por el cual lucharemos hasta vencer.

Para esto, demos un primer paso, organicémonos para luchar en contra del neoliberalismo y sus reformas, las cuales, como la laboral, nos quitan de un plumazo todos los derechos que teníamos. Formemos comités en la colonia, los centros de trabajo, las escuelas y en todos los espacios donde podamos debatir estos temas, donde podamos leer y analizar FRAGUA y el PML de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP); realicemos campañas de información, de agitación y propaganda, movilicémonos junto con el pueblo explotado y seamos firmes ante los embates del capitalismo, pues, al final, sólo juntos y organizados alcanzaremos la victoria.

NOTA: Este artículo fue publicado en el No. 24 de FRAGUA , órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Marzo-Abril 2017.

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