La larga sombra de la marcha

x Rosa Miriam Elizalde

Estos son los hechos. El 20 de septiembre comenzaron a llegar cartas a ocho sedes de los gobiernos municipales o provinciales de Cuba, en las que se anunciaba la celebración de marchas pacíficas.

No era una petición formal para ocupar las calles más concurridas de algunas ciudades, sino la notificación de que lo harían y el reclamo de protección de las autoridades. Los firmantes, un pequeño grupo de personas con residencia actual en la isla; la motivación, el cambio sin apellidos. En virtud de la ley y del obsesivo apoyo estadunidense, el gobierno dijo no.

Han trascurrido casi dos meses y son escasos los indicios de que la marcha ocurrirá en algún espacio físico en Cuba. La maquinaria propagandística de Florida asegura todo lo contrario y añade que se replicará este fin de semana en un centenar de ciudades, la tercera parte en territorio estadunidense.

Ayer, el canciller cubano Bruno Rodríguez intervino ante el cuerpo diplomático acreditado en La Habana y repasó el itinerario de lo que llamó el libreto ya en ejecución de Estados Unidos contra Cuba. La provocación sigue la trama muchas veces vista, pero ¿qué no es esta marcha señalada para el 15 de ­noviembre?

1. No es autónoma.

Dos días después de la entrega de la primera carta a las autoridades, comenzó el carrusel de declaraciones de funcionarios y congresistas estadunidenses. Hasta este miércoles, se habían producido 29 intervenciones públicas desde Washington o Florida con todo tipo de demandas y amenazas a las autoridades de la isla. No se ha visto obsesión semejante con ningún otro tema de la política interna estadunidense en las últimas semanas.

El vocero del Departamento de Estado, Ned Price, ha explicado con pelos y señales las supuestas causas, objetivos, contenidos y demandas que tendría la marcha. El senador Marco Rubio celebró la operación en menos de 24 horas de circular la noticia, mientras un par de asesores principales de Biden han amenazado con más sanciones al gobierno de La Habana.

Por si fuera poco, el dinero llueve. En septiembre de 2021, el gobierno demócrata entregó casi 7 millones de dólares a 12 organizaciones que publicitan a diario la marcha cívica por el cambio en Cuba, en lo que analistas ven la mano peluda de las revoluciones de colores exportadas por Occidente a la periferia rusa.

Además de apoyo moral, político y financiero, los diplomáticos estadunidenses ofrecen soporte logístico, dan palmaditas en la espalda y de vez en cuando hacen de chofer de los opositores. Lo único que falta en términos de injerencia es un espectáculo como el de la subsecretaria de Estado estadunidense, Victoria Nuland, que repartió galletas y bocaditos a los manifestantes antigubernamentales en plena Plaza Maidan, de Ucrania, en 2014.

2. No está desconectada de otros ­procesos.

La marcha es sólo un episodio de una estrategia más integral y abarcadora. El gobierno de Biden ha interpretado que el efecto combinado de la pandemia, la crisis global y el bloqueo económico, más las 243 medidas adicionales impuestas por Donald Trump, ofrecen condiciones excepcionales para golpear a Cuba. No necesita a sus espías para darse cuenta de que hay más colas, inflación y desabastecimiento en un país que lleva 60 años gestionando la escasez, pero debe saber también que la marcha no tiene acompañamiento popular. Cuba está regresando a la normalidad y con ello, a la apertura de los vuelos, al encuentro de familias que no se han visto en dos años, al regreso de los estudiantes a las escuelas y a la reanimación de la economía nacional y doméstica.

3. No es pacífica.

El grupo privado de Facebook que aparece como organizador de la marcha es cualquier cosa menos moderado. De cada 10 publicaciones, ocho recurren a la violencia simbólica y a la descalificación política de quienes defienden el proyecto socialista o celebran algún éxito social en Cuba. El debate en estos espacios no es para modificar opiniones, sino para agitar prejuicios, instalar el odio entre los cubanos como fuente excluyente de legitimidad de un gobierno que ha conducido al país en condiciones muy difíciles.

El repertorio es un macartismo desenfrenado y un desmesurado impulso a la estigmatización que son prácticas comunicativas muy comunes en el clima político actual de EU, pero ajenas al escenario político, cultural e idiosincrático de los cubanos. Bruno Rodríguez aseguró ayer que Facebook podría ser demandada por estas prácticas contra Cuba.

4. No es sincrónica.

Se habla de la sincronización de las marchas dentro y fuera de Cuba para promover el cambio. Pero no hay tal cosa. En Cuba, definitivamente no hay ambiente de marcha, mientras los organizadores de Florida hablan de la participación de un centenar de ciudades convocadas para el fin de semana, sin precisar la cantidad de personas que lo hará.

En realidad, los dispuestos a este tipo de zafarrancho anticastrista suelen ser pocos numéricamente, pero eso no importa. Un solo individuo, el 30 de abril de 2020, atacó a tiros con un arma de asalto a la embajada de Cuba en Washington, en una calle céntrica de esa ciudad, recordaba el canciller. En la noche del 26 de julio otro llanero solitario lanzó un coctel molotov contra la embajada de Cuba en París.

5. No es lo que dicen.

El fantasma conservador que recorre el mundo y llega a Cuba no es lo que parece ni lo que se ve a simple vista. Detrás del mantra de la marcha no violenta está la larga sombra del reaccionario de toda la vida que combina ahora el ultraliberalismo económico, la moral conservadora, los conceptos vacíos y el uso creativo de las redes sociales. Sueña con merendarse la Revolución cubana a más tardar el próximo 15 de noviembre, al tiempo que deja en suspenso un interrogante moral. ¿Cómo es posible que se hable de protesta cívica, pacífica e independiente, con Washington lubricando el camino de amenazas y dólares?

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2021/11/11/opinion/020a2pol

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