Sin miedo a defender lo justo

x OLEP/Fragua

NUESTRA ORGANIZACIÓN es una organización de “carne y hueso”. Para nosotros, el elemento humano es lo más importante, pues con el pueblo todo lo podemos y sin éste todo sería imposible. Aspiramos a ser conductores del descontento popular, una alternativa para las amplias masas oprimidas de nuestro país, a demostrar en los hechos que es necesario luchar para transformar este sistema económico y construir el socialismo.

La Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP) busca ser la casa del pueblo, que las mejores hijas e hijos de nuestra clase den un paso al frente y tomen con gusto y determinación las tareas y responsabilidades que son necesarias para cumplir nuestros anhelos históricos.

Sabemos que este pueblo, del cual nacemos y del cual nos nutrimos, tiene múltiples fallas, que venimos de vidas sumergidas en el mar de lodo que es el capitalismo, que nos educan para el individualismo, la mentira, el robo, la sumisión. También sabemos que nuestro pueblo intuye que esto debe cambiar, que algo anda mal, que las cosas tal vez no son como deberían y que podrían ser de otro modo.

En este proceso, vamos conociendo nuevos compañeros, vamos transformándonos, vamos decidiendo que nuestras actividades cotidianas deben estar a tono con la lucha y la organización popular. A cada nuevo compañero que se conoce se le da tiempo, se le capacita en distintas áreas, se le forma. A quienes nos encuentran por la lucha laboral se les capacita en temas sindicales, de derechos laborales y humanos; a los jóvenes se les apoya en sus problemas académicos y se les orienta en sus necesidades según su edad; a las compañeras siempre se les tiende la mano para arrancar de raíz los males que como género cargan históricamente. Así avanzamos en conjunto, aunque unos cuenten con más experiencia que otros, y aquéllos avancen a pasos agigantados y obliguen al resto a pasar del caminar lento al trote firme.

También encontramos que en esta casa del pueblo existen elementos que no tienen la decisión ni la determinación necesaria que exige la realidad; elementos que no buscan transformarse o que, si lo intentaron, se cansaron al no ver cambios inmediatos o los cambios que esperaban; compañeros que con años de experiencia regresan a los vicios de la sociedad burguesa (¿acaso porque nunca los extirparon totalmente?): vuelven al individualismo, al miedo al qué dirán, a la mentira, la discordia, la victimización, los celos e, incluso, al robo.

Estos elementos no sólo no permiten crecer en el proceso de lucha, sino que poco a poco van descomponiendo a otros y se vuelven un factor de destrucción: son la infiltración ideológica de la burguesía en las filas proletarias.

Cuando se encuentra a alguien con estas características, se trata por todos los medios de que cambie: se le busca, se platica directamente, se habla en colectivo. Si no cambian las actitudes ni se muestra sinceridad en los actos, se procede a sancionar: se le quitan responsabilidades y relaciones políticas, se saca de espacios de trabajo, se separa del colectivo y, finalmente, se llega a la expulsión.

Si bien tratamos de hacer todo lo posible para no perder a un compañero, cuando éste se vuelve fuente de descomposición, no hay otra alternativa más que prescindir de él, todo con tal de proteger y fortalecer a la colectividad.

También existe otro tipo de compañeros que presentan características de la ideología burguesa y que muchas veces son más difíciles de desenmascarar, pues no se presentan con tanta nitidez.

Son compañeros que buscan “nadar de muertito”, que ante fallas como las antes mencionadas prefieren ver hacia otro lado, “evitar la confrontación”, “no pelear”. Estos compañeros, que si bien pueden ser sumamente combativos en las marchas o los mítines, se vuelven de terciopelo cuando se trata de defender los intereses de nuestro pueblo frente a la mentira, la calumnia o el robo, y más cuando se da entre quienes supuestamente son compañeros.

Estos camaradas tampoco han comprendido que la emancipación de nuestra clase demanda y exige lo mejor de nosotros, volvernos referentes de firmeza y creatividad, ser sujetos capaces deponer el pecho por lo justo y aguantar las críticas, e incluso ganarnos enemistades, todo con tal de proteger a nuestra organización, a nuestros estatutos y a nuestro pueblo.

Como OLEP, tenemos bien claro cuáles son nuestros objetivos y metodología; debemos defender ambos frente a la política e ideología burguesas en todo momento, pues son nuestros fundamentos y sustentos para la acción transformadora.

Si no defendemos lo que somos, ¿en realidad qué somos? Debemos tener claro que defendemos lo justo, que, como diría Emiliano Zapata, luchamos por el interés máximo de los oprimidos: el socialismo.

Nuestro deber es proteger a nuestra colectividad tanto dentro como fuera, no tener miedo a la confrontación si es que ésta es justa, quitarnos el miedo a la “enemistad”, pues si alguien nos desprecia por defender lo justo, esa persona no puede ser nuestro amigo ni nuestro aliado.

En estos últimos meses hemos aprendido la necesidad de volvernos más capaces, más firmes, pero también más cautos; de observar con mayor detenimiento las actitudes de nuestros propios integrantes para poder frenar aquellas que son inadecuadas. Sabemos que esto pasará cada vez que lleguen nuevos elementos pero que también con cada experiencia logramos acortar el tiempo para formar compañeros que defiendan los intereses históricos del proletariado.

También debemos tener claro que a nosotros no nos asusta la crítica ni la autocrítica, tanto interna como externa, pues éste es el método adecuado para mejorar. Nosotros no tenemos nada que ocultar, la nuestra es una casa con paredes de cristal y estructura de acero, somos transparentes en cuanto a nuestro actuar y así lo seguiremos siendo, pues nos debemos al pueblo y éste debe ser capaz de ver limpiamente nuestro actuar.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la Editorial del No. 49 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Enero, 2020.

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