La OTAN va a por el mercado mundial de armas

x Daniel Kersffeld

Toda guerra implica una mayor acumulación de ganancias para aquellas empresas y corporaciones dedicadas a la fabricación y exportación de armamento. El actual conflicto entre Rusia y Ucrania no es la excepción, pero además aquí se agrega la búsqueda deliberada de reemplazar a uno de los actores de su papel como segunda potencia exportadora de armas a nivel global.

Dentro de las empresas armamentistas que más vienen recaudando se encuentra la estadounidense Lookheed Martin Corporation. Sus ventas aumentaron más de un 26% desde principios de año y su beneficio neto en el primer trimestre ha sido de casi 2 mil millones de dólares. Se espera que sus ventas aumenten significativamente durante el actual y el próximo trimestre.

Raytheon, otro de los gigantes armamentísticos de EEUU, se ha especializado en la fabricación de misiles supersónicos: de hecho, la bazuca antitanque Javelin (en colaboración con Lockheed Martin), se ha convertido en uno de los símbolos del ejército ucraniano. Su cotización ha subido más de un 10% en la bolsa desde enero pasado.

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Submarinos nucleares en el Pacífico

x Higinio Polo

El 15 de septiembre, el presidente Biden y los primeros ministros británico y australiano, Johnson y Morrison, anunciaron la creación del AUKUS (acrónimo de los tres países), un acuerdo de cooperación y defensa para la gran región que agrupa a los océanos Índico y Pacífico.

El pacto prevé la asistencia norteamericana y británica para dotar de submarinos de propulsión nuclear a Australia, que se construirán en Adelaida, y de recursos de inteligencia artificial, tecnología cibernética y cuántica, con el objetivo oficial de «garantizar la paz y la estabilidad» en esa región, pero con el inconfesado y evidente fin de que Canberra se convierta con esos nuevos submarinos nucleares en espía y policía de las costas y mares chinos.

El AUKUS es un paso más en el despliegue militar norteamericano en Asia, definido en la presidencia de Obama, y que ha seguido desarrollándose con Trump y ahora Biden. El acuerdo, que sorprendió en París, complica las relaciones del trío anglosajón con Francia, y sobre todo con China, y lanza un peligroso aviso al mundo. El acuerdo implica la cancelación del contrato firmado por Canberra con Francia, con la empresa Naval Group, que tenía previsto construir doce submarinos convencionales para la flota australiana por valor de 66.000 millones de dólares. La tradicional doblez de Washington, incluso con sus aliados, se puso de manifiesto en la cumbre del G-7 en Corwall, donde se ultimaron los detalles del pacto, sin prevenir al presidente francés, Macron, que estaba presente en la reunión. No podía extrañar después que Jen-Ives Le Drian, ministro de Exteriores francés, calificase la decisión de Australia de «verdadera puñalada por la espalda» y de «desprecio», que afectará duramente a los trabajadores de la empresa francesa. Pese a que Francia cargaba las tintas contra Australia, es consciente de que el gestor y responsable del acuerdo es Washington. A su vez, China denunció el AUKUS y el acuerdo para construir nuevos submarinos nucleares como una provocación y que precipitaría la «carrera de armamentos».

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Biden y el complejo militar industrial

x John Saxe-Fernández

Sarah Lazare indicó: “Un tercio del personal reclutado por Biden para la transición gubernamental en el Departamento de Defensa o Pentágono, proviene de organizaciones-institutos, think-tanks, financiados por la industria armamentista”.

A pocos días de iniciado el gobierno de Biden, el panorama internacional permanece complejo y repleto de contrastes, con elementos positivos en materia de vacunas anti-Covid-19, el acuerdo para renovar el tratado para la reducción de armamento nuclear entre EE.UU. y Rusia, así como la expresión de satisfacción de la presidencia de la Unión Europea (UE) al canciller ruso Lavrov por la luz verde de Lancet a la vacuna Sputnik V. Esas luces pronto se opacan ante el justificado regaño de Lavrov de que la UE no es socio fiable casi en simultáneo con la agresividad de Biden con Putin, en una conversación de tenebrosa reminiscencia de la guerra fría que no acaba de terminar. Hay mucho contrato jugoso para la alta tecnología bélico-industrial alentada vía creación de enemigos y por el flujo de riqueza de contratos cost-plus como del B-21 de Northrop Grumman (CRS-R 4446).

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El gasto militar y la tasa de ganancia

x Michael Roberts

Una recensión de La economía del gasto militar: una perspectiva marxista – por Adem Yavuz Elveren, Routledge, 2019.

El Instituto Watson de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Brown publicó su informe anual «Los costes de la guerra» la semana pasada. Se refiere solo a los costes de guerra de los Estados Unidos. Toma en consideración los gastos del Pentágono y su cuenta de Operaciones de Contingencia en el Extranjero, así como “ gastos relacionados con la guerra por parte del Departamento de Estado, gastos pasados y obligados para el cuidado de veteranos de guerra, intereses sobre la deuda contraída para pagar las guerras, y la prevención y la respuesta al terrorismo por parte del Departamento de Seguridad Nacional». El recuento final revela que:» Estados Unidos ha recaudado y está obligado a gastar un estimado de $ 5.9 billones (en dólares actuales) en la guerra contra el terrorismo hasta el año fiscal 2019, incluyendo guerra directa y gastos relacionados con la guerra y obligaciones para gastos futuros en veteranos de guerra posteriores al 11 de septiembre».

Según el informe «el ejército de los EE. UU. Está llevando a cabo actividades antiterroristas en 76 países, o alrededor del 39 por ciento de las naciones del mundo, ampliando enormemente [sus operaciones] en todo el mundo». Además, estas operaciones «han estado acompañadas de violaciones de los derechos humanos y libertades civiles, en los Estados Unidos y en el extranjero». En general, los investigadores estimaron que «entre 480.000 y 507.000 personas han sido asesinadas en las guerras posteriores al 11 de septiembre en Irak, Afganistán y Pakistán «. Esta cifra» no incluye las más de 500.000 muertes de la guerra en Siria desde 2011 cuando un levantamiento rebelde y jihadista respaldado por Occidente se enfrentó al gobierno, un aliado de Rusia e Irán. Ese mismo año, la alianza militar occidental de la OTAN liderada por Estados Unidos intervino en Libia y ayudó a los insurgentes a derrocar al líder Muammar el-Qaddafi, dejando al país sumido en un estado de guerra civil que continua.

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