Identidades excluyentes: la imposibilidad de la crítica en nombre de las emociones. Una crítica a la izquierda del Bloque Latinoamericano en Berlín (II)

x Iván Carrasco Andrés

Postmodernidad y modernidad americana

No hay rasgo alguno en el mundo de la vida civilizada moderna, a partir del siglo XX, señalaba Bolívar Echeverría, que no se encontrase mediado o marcado por el “americanismo” o la “identidad americana”, es decir, por la forma (norte)americanizada de la modernidad. De los múltiples elementos que se imbrican entre sí y que la definen, uno de ellos es el fundamento de los otros: el cumplimiento militante de la subordinación total de la forma natural de la reproducción social bajo el yugo de la valorización del valor, esto es, “la conquista del grado más alto de subsunción de la lógica ‘natural’ o lógica del valor de uso de la vida social moderna a la lógica capitalista de la autovalorización del valor mercantil, el grado casi pleno de la identificación entre ambas.”[1]

Dicho proceso de subordinación casi total del valor de uso bajo el proceso de valorización del valor es la base de la configuración del sentido histórico del siglo pasado y lo que llevamos del presente, proceso que se impuso con más virulencia y rapidez con el inicio del neoliberalismo a escala planetaria en la década de los 80’s y que tuvo como centro de irradiación geopolítico, después de la caída de la Unión Soviética, los Estados Unidos de América. Es aquí en donde las formas culturales e ideológicas[2] encuentran su lugar de producción teórica y sus correspondientes polos de dispersión desde los cuales los discursos postmodernos/decoloniales/postcoloniales[3] serán ampliamente difundidos en las academias no solamente norteamericanas, sino también en todas las academias y movimientos sociales en América Latina. Aunado a la “industria cultural” y a sus formas ideológicas de autolegitimación, tendientes a eliminar todo discurso crítico y prácticas que las impugnen, se encuentra una peculiar idiosincrasia que late en lo profundo de la modernidad americana y que, por momentos y de forma recargada y adaptada a los tiempos modernos, en tanto estrategia discursiva, marca de forma esquizofrénica sus producciones culturales: el puritanismo. Junto a este rasgo encontraríamos también la concomitante moralización, victimismo y la forma espectacular[4] de abordar los problemas sociales que parecen ser los nuevos elementos constitutivos de las nuevas prácticas sociales de las “nuevas izquierdas”.

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Identidades excluyentes: la imposibilidad de la crítica en nombre de las emociones. Una crítica a la izquierda del Bloque Latinoamericano en Berlín (I)

x Iván Carrasco Andrés

El siguiente artículo, dividido en varias partes, busca aclarar y polemizar algunos puntos que se han vuelto comunes en diferentes círculos en la izquierda que, espacialmente o en términos de identidad/solidaridad están o se vinculan con América Latina. En términos más específicos, se aborda la manera en la que varios de los elementos, que son motivo del presente análisis y crítica, hacen eco en las dinámicas del Bloque Latinoamericano Berlín[1]. De este modo, el sentido del artículo no es hacer, o dar, un espectáculo sobre las contradicciones y/o incoherencias de un grupo en cuestión, sino dar cuenta de las nuevas formas de censura y exclusión de todos aquellos discursos de izquierda que no encajan con el guión dominante de lo que se considera aceptable, “bueno”, “bien-diciente” y/o “correcto”, al tiempo que intenta mostrar qué compromisos teórico-políticos se encuentran detrás.

Modas ideológicas, neoliberalismo y renegados

Las antiguas formas maniqueas de hacer política se unen con las nuevas formas postmodernas de identidad política. No solamente se han creado, en los círculos académicos y en los círculos de izquierda, “nuevos relatos” de cómo funciona la “nueva realidad fragmentada”, sino también, y a la par, se han difundido nuevos criterios morales y representaciones deformadas o ideológicas que conducen la práctica política de algunos grupos.

Después de la caída del bloque socialista, o mejor dicho, del socialismo realmente existente, el postmodernismo ganó un especial y profundo interés en los círculos de izquierda. De hecho, esto tiene una larga historia que se remonta, en términos de historia política del siglo XX, a la lucha económica e ideológica entre el llamado “bloque socialista” y el bloque del “mundo libre” capitalista. Por mucho tiempo se partió de la falsa identificación entre dicho bloque socialista y los planteamientos marxistas, y, por dicho motivo, algunos grupos políticos decidieron renegar de la misma, pues, se pensaba que una y la otra cosa eran lo mismo. Es decir, sostener una posición marxista era sinónimo de legitimar la política seguida por la Unión Soviética. Aunado a ello, el “marxismo” difundido por la Unión Soviética era, por decir lo menos, mecanicista, ideológico y ápice o instrumento de legitimación de la existencia de aquel estado.

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