MUJERES RESPONDEN A RITA SEGATO, ANTES QUE FEMINISTAS MUJERES PODEROSAS DEL ARCO IRIS

x Lourdes Albornoz, Vero Azpiroz Cleñan, Aymara Choque

Las warmis, zomo, mujeres del Sur, mujeres de los territorios ancestrales entregamos nuestra palabra florida en apoyo al Presidente Evo Morales Ayma, quien por el voto popular sigue siendo presidente del Estado Plurinacional de Bolivia.

Entendemos que Rita Segato tiene eco en el feminismo (blanco?) en el cual no nos reconocemos, por lo cual manifestamos nuestro profundo desacuerdo con la posición que Ud. ha tomado respecto a la restauración neoliberal golpista en Bolivia.

Cuando dice “Deberíamos comenzar a generar una retórica de valor a otra forma de valor que se distingue mucho a la gestión de los caciques.” Suena muy bonito. Preguntamos: ¿Le ha pasado en el cuerpo esa gestión de los caciques? Nosotras hemos visto, hemos sentido el sabor amargo de esa secuela de la conquista. Nuestros hombres han tomado lo peor del machismo colonial. Hemos construido no sólo retóricas, sino resistencias, re-existencias a la dominación machista en las naciones preexistentes y en cada uno de los espacios que el despojo nos colocó. Pero ubicar a Evo como el símbolo del patriarcado es demasiado chabacan.

No celebramos los dichos sobre la quinceañera de Evo, porque hemos sentido en nuestros cuerpos todos lo que significa la cosificación de nuestros cuerpos. El cuerpo ancestral, el cuerpo mental, el cuerpo físico y el cuerpo emocional. Aún así, afirmamos que lo que pasó en Bolivia fue un golpe de Estado.

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El golpe de Estado y los escenarios de impotencia critico-práctica

x Miguel Mazzeo

Razones pragmáticas que hacen que les intelectuales-militantes pierdan rigor crítico y que la izquierda se torne “sistémica”

Si se escinden los planos característicos del análisis político (de uno que contenga una perspectiva de clase) y se establecen jerarquías absolutas más que estratégicas, se corre el riesgo de delinear distintos escenarios de impotencia crítico-práctica.

Desde hace ya algunos años, muchos y muchas intelectuales-militantes se anclaron en las condiciones imperantes en el sistema interestatal, revindicaron su especificidad, las absolutizaron y las blandieron como excusa para justificar el bloqueo sistemático de toda práctica emancipatoria radical, auto-afirmativa y no institucionalizada por parte de los Estados administrados por gobiernos dizque progresistas.

Ciertamente, las razones geopolíticas no pocas veces fueron esgrimidas para justificar proyectos neo-desarrollistas (extractivismo incluido) y la integración subordinada de las organizaciones populares y los movimientos sociales a los esquemas ministeriales. Peor todavía: estas razones, desvirtuadas en grado máximo, han servido (y sirven) para justificar alianzas y acuerdos con los futuros verdugos. Son razones pragmáticas que hacen que los y las intelectuales-militantes pierdan rigor crítico y que la izquierda se torne “sistémica”.

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Bolivia, golpe de Estado y la irresuelta guerra entre la Biblia y la Wiphala

x Ollantay Itzamná

El reciente golpe de Estado que defenestró al Presidente constitucional del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, a simple vista, es una disputa política “resuelta” por la vía de la fuerza, entre blancos (Camacho y Mesa) y aborígenes (Evo Morales y los movimientos indígena campesinos). Pero no lo es del todo.

Cuando Camacho y sus seguidores, con toda una ritualidad medieval, sembraron la Biblia (sobre la bandera criolla boliviana) en el centro del viejo Palacio de Gobierno, en la ciudad de La Paz, bajo la arenga religiosa: “Bolivia para Cristo, la Pachamama nunca más volverá a entra a este Palacio”. Y casi simultáneamente otros citadinos mestizos descendieron la Wiphala (bandera quechua aymara) del frontis de dicho edificio y la quemaron públicamente. Esos actos, además de otros, evidencian que la “guerra” irresuelta entre q’aras (blancoides) y aborígenes es, ante todo, una contienda cultural simbólico.

Si durante la Colonia europea la simbología político cultural de los aborígenes había sido “extirpada” casi por completo, mediante métodos inquisitoriales inimaginables. Sin embargo, dichos símbolos (Wiphala, Chakana, wuakas, apus, etc.) subsistieron bajo las cenizas del dolor colonial, en territorios indígenas no controlados por la Corona.

Durante la República, este conflicto sobre lo simbólico cultural se resolvió mediante la tácita coexistencia entre las dos bolivias (la oficial y la clandestina/aborigen). Medianamente cada quien vivía bajo su propia simbología. Después de todo, algunos indígenas eran bolivianos, pero en los hechos NO eran ciudadanos. Y, la gran mayoría, ni eran bolivianos nominales (sin documento de identidad), ni eran ciudadanos bolivianos (no sujetos políticos)

De ese modo, los símbolos políticos oficiales y clandestinos convivieron en el mismo territorio (boliviano) sin encontrarse, ni conflictuarse, entre sí, durante la República.

En la creación del Estado Plurinacional también se tuvo que consensuar la simbología del nuevo Estado. Así fue cómo la Wiphala ingresó en la Constitución Política como una bandera oficial, junto a la tricolor criolla. Lo mismo ocurrió con la Chakana, y las ritualidades constitutivas de las espiritualidades indígenas.

Proceso de cambio y la simbología boliviana

Durante los 14 años del proceso de cambio boliviano, bajo un Estado Plurinacional con presencia casi en todo el territorio boliviano, indígenas y mestizos convivieron sin mayor “guerra” por símbolos políticos, ni identitarios.

Las y los indígenas se sentían representados en la Wiphala que ondeaba junto a la bandera tricolor, y de igual forma los mestizos por lo suyo. De ese modo se pudo hablar de la “ciudadanía intercultural” en la Bolivia plurinacional.

Pero, el fatídico 10 de noviembre reciente, no sólo “restauró” la Biblia prepotente en el Palacio, sino también la bandera del Departamento de Santa Cruz, cuyo escudo contiene una Cruz de la cristiandad y una Corona Ducal medieval. Esta prepotencia simbólica, más el descenso y quema de la Wiphala, más las arengas de la “expulsión de la Pachamama del Palacio”, dibujan a brocha gorda la intencionalidad político cultural de los golpistas.

Destituir a Evo, pero sobre todo la Wiphala

Los golpistas no apostaron, ni apuestan, únicamente a destituir al gobernante indígena, escarmentar con públicos castigos físicos a los indígenas insumisos, y restaurar el sistema neoliberal en Bolivia. NO. Ellos van, ante todo, por la restauración del panteón simbólico del Estado criollo republicano, y hacer escarnio de la simbología política indígena. Porque allí, en esa simbología está, según ellos, la esencia de la insubordinación política de los y las indígenas.

En otros términos, van a destruir lo poco o mucho que se había avanzado en la construcción del Estado Plurinacional y de la ciudadanía intercultural.  Para ellos, destruir la bandera indígena, es anular simbólicamente los derechos indígenas consignados en las leyes. Y, anular derechos indígenas, es devolver al indígena a la condición de NO ciudadano, No sujeto.

Pero, estos predadores de indígenas, en sus planes golpistas premeditados, jamás previeron las reacciones que podrían activar en los indígenas el “sacrilegio” contra la Wiphala.

Horas después de aquel sacrilegio, un ejército de ponchos rojos (aymaras), flameando centenares de whipalas, descendieron desde la ciudad de El Alto hacia la ciudad cede del Palacio de Gobierno, a trote, rugiendo a todo pulmón: “Ahora sí, guerra civil. Ahora sí, guerra civil”. Era un escenario apoteósico que hizo llorar, de susto y/o de emoción, a muchos espectadores reales y virtuales. Los entrevistados concluían: “la Whipala es nosotros”. “Si queman la Wiphala, a nosotros nos queman”…

La Policía Nacional golpista que reprimía, hasta ese entonces, a los manifestantes contra el Golpe de Estado tuvo que replegarse y huir. En la ciudad cede del Palacio, las pocas autoridades políticas remanentes del Golpe tuvieron que ser evacuadas. Por unas horas, la “sensación del acabose final” se expandió y apoderó de las y los citadinos paceños. Hasta que las Fuerzas Armadas golpistas, “decretaron Estado de Sitio” y en conjunto con la Policía Nacional ocuparon la ciudad bajo aplausos y arengas de gratitud de la citadinidad asustada.

Minutos después, la golpista Policía Nacional, en un acto protocolar improvisado, volvió a colocar la Wiphala en su lugar. Pidió disculpas públicas a los indígenas. El golpista Camacho, en mensaje improvisado, intentó argumentar su respeto a la “simbología indígena…”

Nadie sabe a ciencia cierta cual será el epílogo del caos e incertidumbre política actual de Bolivia. Lo único cierto es que los “seguidores”/comerciantes del Dios desconocido y de su Biblia son más miedosos/cobardes que las y los curtidos en las luchas subalternas bajo la “sagrada” Wiphala.

Bolivia 2018: El bloque social revolucionario se fortalece

Eduardo Paz Rada

Recuperación de las fuerzas nacional-populares

La recuperación de su protagonismo en las calles -con organización, movilizaciones, consignas para profundizar el proceso de transformaciones y decisión de respaldar a Evo Morales como su líder y candidato presidencial- ha hecho que los movimientos populares de Bolivia en 2018, encabezados por los sindicatos mineros, organizaciones campesinas e indígenas y urbano-populares, recuperen y fortalezcan sus posiciones sociales, regionales y políticas y abran una nueva perspectiva al Movimiento Al Socialismo (MAS) para consolidar un gobierno antiimperialista que impulse la independencia económica y la liberación nacional.

La Central Obrera Boliviana (COB) que reúne a las organizaciones sindicales de todo el país, después de su XVII Congreso Nacional realizado en Santa Cruz en febrero de 2018, ratificó su postura de respaldar al gobierno y que el movimiento obrero y campesino sea una fuerza más protagónica en la política nacional y que, junto a la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM), se conviertan en el sostén fundamental del proceso político.

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Pueblos indígenas y gobiernos progresistas en América Latina

x Ollantay Itzamná

“Los pueblos indígenas hemos tenido los mayores beneficios durante los gobiernos social cristianos que durante gobiernos de izquierda”, afirma un hermano quichua ecuatoriano, al abordar la situación actual de las nacionalidades indígenas en dicho país.

Esta aseveración, por más trivial que parezca, debería ser motivo de reflexión y de auto crítica para los intelectuales y actores políticos de izquierda en Abya Yala. ¿Por qué en Ecuador, luego de una década de gobierno progresista, incluso con evidentes logros socioeconómicos, existe esta sensación indígena?

Los gobiernos progresistas, en su intento de superar el neoliberalismo y el intervencionismo norteamericano, estuvieron y están concentrados en el fortalecimiento de los estados nacionales (en algunos casos denominados plurinacionales). Pero descuidaron y descuidan el fortalecimiento de las autonomías indígenas.

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En defensa de los movimientos sociales. Bolivia

Hace unas semanas, en vísperas de las elecciones regionales, Samuel Doria Medina lanzó una advertencia: “el reino de los movimientos sociales está llegando a su fin”. Así, este representante de la burguesía, identificó claramente a su enemigo: el sujeto revolucionario que gestó hace quince años este proceso de cambio y que hoy, en condiciones económicas y políticas desfavorables, sigue defendiéndolo planteando la necesidad de su profundización.

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