La «revolución» de lo posible

x OLEP/Fragua

El reciente triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones ha logrado que muchos historiadores y muchas organizaciones políticas regresen a la revisión crítica de nuestra historia para encontrar en ella paralelismos o guías que nos permitan comprender nuestro presente y dibujar un futuro, o más específicamente, hasta dónde podemos llegar en estas nuevas circunstancias en las que los partidos neoliberales fueron derrotados mediante las urnas.

El fantasma de Victoriano Huerta, el traidor y asesino, ronda: ¿Quién o quiénes serán los Huertas? ¿En quién o en quiénes va a confiar López Obrador, así como confío Madero, para después ser su víctima?

Pero no sólo el fantasma de Huerta recorre la mente de los mexicanos, también lo hace el fantasma de Ricardo Flores Magón y del Partido Liberal Mexicano (PLM).

Pedro Salmerón, historiador mexicano y articulista de La Jornada publicó un artículo titulado “Flores Magón, o la parábola de lo (im) posible”, el 10 de julio en la sección Opinión.

En el artículo el autor concluye que Flores Magón y el PLM se autoexcluyeron de la revolución posible que se realizaba en México: “En el manifiesto del 24 de mayo se apunta algo que en documentos posteriores quedaría perfectamente claro: para Ricardo y su cada vez más reducido y aislado grupo, la revolución debía destruir el Estado y la propiedad privada (es decir, los pilares del sistema capitalista), o no era revolución. Esa revolución no sucedió y Ricardo y sus compañeros se quedaron fuera de la que sí ocurrió.” Y para concluir esta idea escribe: “Para otros, quizá los mejores, Ricardo era un precursor imprescindible, aunque eligiera su aislamiento voluntario y rechazara lo posible.”

Desde nuestro punto de vista, Pedro Salmerón hace un llamado para que las actuales fuerzas sociales más radicales, es decir anticapitalistas, no se queden fuera de este proceso que se abre con la victoria de López Obrador, y sean partícipes de la transformación social posible, posible dadas las fuerzas sociales que impulsan la transformación y las fuerzas sociales que se oponen a la misma.

Pero regresando a la historia, ¿Ricardo Flores Magón y el PLM se autoexcluyeron de la revolución posible o, con independencia de sus errores tácticos, hubo una intencionalidad del grupo político que representaba Francisco I. Madero de excluirlos del proceso revolucionario?

Una intención consciente de desarmar y desorganizar a la fuerza política y militar que se oponía al capitalismo abiertamente, al programa de Madero y del Partido Antirreeleccionista. Una intención consciente de desarmar a la expresión de la clase proletaria que en México irrumpía como expresión de una alternativa al capitalismo, como único sistema de producción económico y social posible de realizar.

Desde nuestra perspectiva, Ricardo Flores Magón y el PLM no se autoexcluyeron por sus planteamientos radicales, ambos fueron excluidos por el agrupamiento político que Madero había formado y que reunía los intereses de una parte de la clase burguesa y de la pequeña burguesía revolucionaria.

La táctica del PLM de sumarse y llamar a la insurrección armada que había lanzado Madero fue correcta, su táctica de combatir al lado de los orozquistas subordinados a Madero también, así como la decisión de mantener su independencia política y organizativa al no reconocer el mando de Madero.

Madero no tuvo problema en esa decisión porque sus fuerzas se reducían a las que comandaban Pascual Orozco y Francisco Villa, mismas que al lado de los militantes del PLM tomaron Ciudad Juárez, Chihuahua.

La toma de esta ciudad obligó a Porfirio Díaz a la negociación y así se llegó al Convenio de Paz, firmado el 21 de mayo de 1911, entre el gobierno de Díaz y los rebeldes encabezados por Madero.

En este proceso de negociación, en el que los magonistas ya no eran necesarios como fuerza militar, Madero encarga el desarme de los magonistas a Pascual Orozco, quien no acepta, por lo que le encomienda la tarea a Francisco Villa, quien termina desarmando la expresión político-militar más avanzada del proletariado en México en ese momento.

Pero Madero no sólo desarma al magonismo. En el convenio que firma acepta desarmar a todas las fuerzas armadas populares surgidas del llamado a la revolución: “Único. Desde hoy cesarán en todo el territorio de la República las hostilidades que han existido entre las fuerzas del Gobierno del general Díaz y las de la Revolución; debiendo éstas ser licenciadas (…)”

A cambio de la renuncia de Porfirio Díaz y de su vicepresidente, Madero acepta dejar intacta la estructura militar que los sostenían, el ejército federal, y acepta la disolución de todas las fuerzas que el llamado a la insurrección había creado.

Madero no sólo desarmó a Magón, buscó el desarme de todas las fuerzas populares incluidas las de Zapata y las de otros dirigentes revolucionarios. Ni el PLM ni las otras fuerzas populares querían quedar fuera de la revolución y de las transformaciones necesarias para terminar con el porfirismo. Esas fuerzas no se autoexcluyeron, más bien fueron excluidas por quien confió en el ejército federal de la clase burguesa, mismo que lo traicionó y lo acabó asesinando.

Es cierto que el PLM cometió el error de atacar frontalmente a Madero desde mayo de 1911, lo cual ocasionó que, tanto las fuerzas federales como las de Villa subordinadas en ese momento a Huerta, los combatieran militarmente y los exterminaran casi por completo en Chihuahua y en Durango, en donde eran más fuertes.

Las fuerzas del PLM destruidas en ese año fueron incapaces de sumarse al llamado del Plan de Ayala que en noviembre hacía Emiliano Zapata, otro revolucionario que no aceptó la revolución posible de Madero, porque excluía la devolución de las tierras a los campesinos e indígenas del estado de Morelos y del país.

Las fuerzas populares de hoy debemos de aprender de la historia y no repetir el error del PLM: unificar a todas las fuerzas políticas y militares de la burguesía y de la pequeña burguesía en contra nuestra. Debemos tener la capacidad de luchar por la única revolución posible: la superación del capitalismo, en un contexto donde nos dicen que la única transformación posible pasa por las propuestas de un futuro gobierno que recicla personajes tan nefastos como Manuel Bartlett Díaz, autor intelectual, junto con Carlos Salinas de Gortari, y operador del fraude electoral de 1988.

No debemos dejarnos separar del pueblo por las fuerzas políticas que sólo buscan pactar una trasformación que no quite ni un peso a sus ganancias y que no les quite ningún medio de producción robado al pueblo. La burguesía, y sobre todo la oligarquía más rica de nuestro país, quiere que “cambie todo para que no cambie nada”, a final de cuentas sus ejércitos y policías siguen intactos y cuando sea necesario encontrará a todos los Victorianos Huertas necesarios para asesinar a todo aquel que no siga los designios de su clase, incluido, si es necesario, al hoy presidente electo.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección DEBATEdel No. 36 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Agosto-Octubre 2018.

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