Alexandra Kollontai, constructora de los de derechos de la mujer proletaria

x OLEP/Fragua

CUANDO PENSAMOS EN LAS CLASES de historia de la primaria, secundaria o preparatoria, lo que nos viene a la cabeza son fechas, nombres, lugares, y acontecimientos siempre desligados de nosotros. Pero, la historia se encarga de relatarnos, de describirnos y de enseñarnos cómo era la sociedad de antes. Podemos hacerle muchas preguntas, por ejemplo: ¿cómo se vestían en la época de los abuelos o bisabuelos?, ¿cómo era la forma de cortejar cuando eran jóvenes nuestros padres?, ¿cómo se trasladaban de un lugar a otro cuando no había carros?

En fin, ¡todo lo que se te ocurra preguntar! Por eso hace mucho tiempo, los hombres y mujeres que vestían con “telas de forma rectangular que envolvían el cuerpo, sujetas a los hombros con alfileres y atadas a la cintura con un cordón o cinturón, formando una túnica”, o sea los griegos, la llamaban la maestra de la vida, porque les enseñaba lo que había pasado antes y entendían qué era lo que no había de repetirse para no caer en los mismos errores.

Así que no olvidemos que la historia es la ciencia de los tiempos. En este presente, podemos preguntarnos: ¿cómo las mujeres participaron para conseguir sus derechos, principalmente laborales? Por lo que, buscaremos respuestas en algunos escritos de una revolucionaria marxista rusa, Alexandra Kollontai, quien fue la primera mujer ministra en un gobierno y, además, fue embajadora en México por los años 1926 y 1927. ¿Cuál es la intención de recurrir a la historia? Aprender qué hicieron nuestras ancestras* para retomarlo y seguir luchando por nuestros derechos y lograr una vida digna.

Kollontai, junto con otras mujeres, luchó durante la Revolución Rusa por la construcción de un Estado obrero y por acabar con la división de clases sociales. Los resultados de esa revolución se plasmaron en la Constitución de 1918, forjando nuevos derechos y responsabilidades ciudadanas, así como un avance importante en los derechos de las mujeres: se aprobó el divorcio y el aborto, la maternidad pagada, el cuidado y la educación de los hijos de las trabajadoras, entre otras cosas.

Alexandra Kollontai organizó Encuentros y Congresos de mujeres trabajadoras, y así surgió un organismo dedicado a promover la participación de las mujeres en la vida pública y en proyectos sociales. Su forma de pensar, plasmada en sus escritos y en sus acciones, señaló que los hombres y las mujeres tienen las mismas oportunidades para su libre autodeterminación. Veía que la subordinación de las mujeres (sometidas) se debía a cuestiones económicas específicas y no naturales, por lo que afirmó que las mujeres pueden llegar a ser libres en un mundo organizado con nuevas líneas sociales y productivas. Demostró que cada derecho que ganan las mujeres las acerca más a una emancipación total.

Organizó a las mujeres antes, durante y después del triunfo de la revolución socialista en Rusia y buscó generar conciencia cambiando el pensamiento generalizado que afirmaba que el sometimiento y la inferioridad eran propias de la mujer. Así que había que despertar, cambiar la vida cotidiana y las costumbres que el sistema capitalista había construido. Y es que la competencia y rivalidad entre hombres y mujeres no sólo estaba en el trabajo, sino también en el hogar, donde se sometía a la mujer como pertenencia del hombre y se le oprimía como esposa y madre. Kollontai señalaba que había que acabar con esto al desprenderse de la mentalidad esclavizada y al solidarizarse con todas las trabajadoras para lograr la libertad de las formas establecidas por la costumbre y la estructura familiar.

Caracterizó a la “mujer nueva”, por tener sus propias exigencias dentro del Estado y de la familia, pus** no era (ni es) el complemento de su esposo, sino una persona que debe ser independiente económica, psicológica y sentimentalmente. Por ello, trató el tema de la liberación sexual femenina sin renunciar a su naturaleza femenina y tampoco al placer de la carne. Ella sostenía que el matrimonio debía estar basado en el “amor verdadero” y no en relaciones contractuales.

Todas podemos ser “la nueva mujer”: oficinistas, artistas, maestras, obreras, estudiantes, etc. No somos producto de la imaginación, nos encontramos en la vida real, por lo que podemos luchar por la clase obrera, por nuestros derechos y por nuestro país.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección Mujeres construyendo historia del No. 56 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), agosto, 2020.

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Fe de erratas:

*Nuestros ancestros en lugar de “nuestras ancestras”

**Pues en lugar de “pus”

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