Al no contener las crecientes manifestaciones, que ya dejaron 20 muertos y más de 500 detenidos, luego de que el presidente Pedro Castillo fue destituido por el Congreso, el nuevo gobierno decretó el toque de queda en 15 provincias.
Sigue aumentando el número de muertos en las protestas incesantes que sacuden a Perú tras la destitución del presidente Pedro Castillo, mientras el gobierno de Dina Boluarte decretó el toque de queda en 15 provincias en su afán por poner fin a las masivas protestas que se extienden exigiendo su renuncia y la de todo el Congreso.
Miles desafiaron el jueves en las calles de Lima y otros puntos de Perú pese al estado de excepción impuesto para frenar las protestas en demanda de la renuncia de Boluarte y el cierre del Congreso, en una jornada en la que siete personas murieron y más de cinco decenas resultaron heridas en la sureña provincia de Ayacucho, donde el ejército lanzó desde helicópteros bombas lacrimógenas contra los manifestantes.
El golpe de Estado que derrocó al presidente peruano Pedro Castillo, y la persecución judicial contra la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández, han colocado en el debate público mexicano la posibilidad de que cosas semejantes pudieran acontecer en México para, como quisiera la oligarquía, derrocar al Presidente López Obrador y perseguirlo judicialmente antes o después del término de su mandato constitucional.
Esa posibilidad, desde luego, existe. Pero se trata de una posibilidad abstracta. Un anhelo oligárquico sin base en la realidad. La oligarquía, sin embargo, está trabajando para darle concreción. Y se está valiendo para ello de su amplio poder en los medios de información.
Este domingo [30 de octubre de 2022] el expresidente brasileño de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva ha derrotado por poco al actual presidente de derecha Jair Bolsonaro y ha ganado las elecciones presidenciales de Brasil. Su victoria lleva a una cada vez mayor corriente de izquierda en América Latina hacia un nuevo hito y supone un cambio fundamental en el paisaje político de todo el continente.
Entre finales del siglo XX y principios del XXI las fuerzas de izquierda de más de diez países de América Latina ganaron sucesivamente las elecciones. Algunos observadores consideran este fenómeno un “giro a la izquierda” colectivo y una “marea rosa” de América Latina. En aquel momento Lula era un dirigente de izquierda moderado. El gobierno de Lula animó a la población a participar en la política, concilió el crecimiento económico con un aumento del gasto social y de la inversión pública en sectores críticos de la economía, introdujo regulaciones para la mano de obra doméstica y le proporcionó asistencia social y salarios más altos, promovió la justicia social haciendo crecer el empleo y participó de forma proactiva en la formulación de normas internacionales… Su gobierno había ofrecido unas respuestas que satisfacen al pueblo brasileño, que considera a Lula “el mejor presidente que ha tenido Brasil”.
Semanas atrás la Casa Blanca dio a conocer su largamente esperado documento sobre la Estrategia de Seguridad Nacional 2022 (ESS) que habría de guiar la política exterior de la Administración Biden.
Esta clase de informes se tornaron obligatorios desde 1987 a los efectos de comunicar al Congreso la visión del Poder Ejecutivo sobre los problemas que menoscaban la seguridad nacional del país. La ESS debe explicitar los cambiantes desafíos que el escenario internacional plantea a EEUU –tema especialmente relevante en el contexto del actual derrumbe del orden mundial de posguerra– y los recursos con que se cuenta para enfrentarlos.
El informe está obligado a incluir una discusión de los intereses nacionales en juego, los compromisos con aliados y Gobiernos amigos, la estrategia para garantizar la seguridad nacional (y de sus ciudadanos, empresas y organizaciones no-gubernamentales actuando en el extranjero) así como los recursos de defensa necesarios para disuadir las amenazas de enemigos externos o grupos terroristas que actúan al interior de EEUU.
Hice un curso de lectura rápida y leí La guerra y la paz en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia (Woody Allen)
El «orden internacional basado en reglas» definido hace al menos tres siglos por las cañoneras euroamericanas, pero en especial por sus pueblos anglófonos, fue desafiado abiertamente por Rusia. Moscú decidió poner en discusión la idea que la potestad de las reglas solo le corresponde a Occidente, es decir, a Estados Unidos.
Con esta apuesta el mundo quedó divido en dos. Un lado occidental y un lado oriental. El lado occidental suele atribuirse hablar en nombre de la comunidad internacional, una ficción de los siete países que en su día fueron los más ricos y poderosos del mundo, el G7, y que en la actualidad representa al 9.8% de la población mundial y 50% de su PBI. Del lado oriental, en caso de que Rusia no sea derrotada, y lo más probable es que no lo sea, su simple acto de insubordinación contra el mandato impuesto después de 1991, inaugura un nuevo orden internacional, con la aparición de una potencia con capacidad y disposición, al parecer, para rivalizar con Occidente y sostener, con sus propias armas, sus intereses estratégicos, sus líneas rojas y su propio sistema de valores.
El Gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia ha hecho todo lo que está en sus manos para resolver dialógicamente el conflicto artificial creado por la extrema derecha en cabeza del gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho y su camarilla golpista, para evitar lamentables consecuencias en vidas y recursos económicos devenidas del paro cruceño iniciado este sábado 23 de octubre con la excusa del Censo nacional.
Camacho, expresión de la oligarquía más retrógrada, racista y patriarcal boliviana, justificándose en la majadería de realizar el Censo Nacional de Población y Vivienda en el 2023, cuando ya toda la arquitectura política y social del Estado, menos él, acordaron democrática y participativamente reprogramar el Censo para el 2024 por razones técnicas, insiste sin argumentos en protestar por la fecha del proceso censal.
Debido a que las fuerzas de la ultraderecha tuvieron la habilidad de escalar el conflicto, el viernes 21 de octubre, en el departamento de Santa Cruz se realizó el Gran Cabildo del Pueblo, una movilización de cientos de miles de personas provenientes de los pueblos trabajadores, indígenas, originarios, afrodescendientes, mujeres, estudiantes, pequeños y medianos productores y múltiples autoridades provinciales y municipales, para manifestarse en contra del paro convocado por el gobernador cruceño y su grupo cívico.
Estados Unidos se juega el dominio hegemónico del mundo
“El periodo posterior a la Guerra Fría ha llegado a su fin… el desafío no podría ser mayor. Las acciones que nosotros tomemos definirán de ahora en más si esta será una era de conflictos o el comienzo de un futuro más próspero y estable”. Con estas palabras, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del gobierno norteamericano, sintetizó la semana el rol de Estados Unidos en defensa del actual orden global amenazado por el avance de potencias “autoritarias”. Según él, China y Rusia creen que la democracia está en decadencia e intentan imponer un orden multipolar acorde con sus intereses. Esto no ocurrirá, afirmó: las democracias y los países aliados a Estados Unidos “saben que somos la mejor apuesta para defender” la libertad en el mundo [1]. Lo que está en juego, pues, es el dominio hegemónico de los Estados Unidos. En este contexto, la política exterior del gobierno de Joe Biden excluye toda negociación y el reconocimiento de errores. El eje de su estrategia es escalar los conflictos sin límites hasta imponer los intereses norteamericanos.
Esta estrategia ignora hechos básicos del pasado. Entre ellos, la crisis de los misiles rusos colocados en Cuba en 1962 cuando el Presidente John Fitzgerald Kennedy negoció un acuerdo con el gobierno ruso, aceptando retirar los misiles que Estados Unidos habían colocado en Turquía e Italia y que llevaron a los rusos a colocar misiles en Cuba [2]. La actual política exterior también omite que el reclamo ruso de fronteras seguras fue reconocido por distintos gobiernos norteamericanos, incluso en plena desintegración de la Unión Soviética. Hoy este reclamo es ignorado y se impulsa abiertamente un “cambio de régimen” político en Rusia para garantizar la seguridad de “Occidente”. Esto implica escalar la guerra en Ucrania, aun a riesgo de un enfrentamiento nuclear. Para la política norteamericana, negociar la paz en Ucrania potencia los riesgos de una catástrofe nuclear porque es sinónimo de “debilidad” [3].
Los días 22 y 23 de octubre, cerca de 150 representantes de comunidades campesinas agrarias, provenientes de diferentes departamentos del país, articuladas en el movimiento Comité de Desarrollo Campesino CODECA, se reunieron en el Municipio de Santo Domingo, Suchitepéquez, a 160 Km al suroccidente de la ciudad de Guatemala, en el denominado: Encuentro Agrario Plurinacional, por la Soberanía Alimentaria y de la Defensa de la Madre Tierra.
La finalidad del encuentro fue: “Intercambiar lecciones aprendidas en el acceso a la tierra, en la época neoliberal, y consensuar acciones, no sólo para acceder a más tierra, sino para avanzar hacia la soberanía alimentaria desde los territorios para el Buen Vivir, cuidando a la Madre Tierra”.
Tierra: tensión estructural y sus actores
Durante el primer día abordaron las causas, actores y consecuencias de la “tensión estructural” agraria, los resultados de la vigencia del “libre mercado de tierras” para campesinos, las prácticas de la soberanía alimentaria y el Buen Vivir en los territorios.
La línea política «Neocon» está dispuesta a todo con tal de mantener la supremacía de EE.U,U sobre el resto del mundo. Para ello, en los últimos 30 años ha orquestado guerras que han enlutado el planeta.
El Presidente Biden no cuenta con información precisa y actualizada que le permita concluir que Rusia prepara una agresión nuclear a gran escala, declaró John Kirby, portavoz del Departamento de Defensa de EE.UU. Se refería a que Biden dijo: “No hemos enfrentado la posibilidad del Armagedón desde Kennedy y la crisis de los misiles en Cuba, tenemos una amenaza directa del uso de armas nucleares si, de hecho, las cosas continúan por el camino que han ido… Putin no bromea cuando habla del uso de armas nucleares tácticas o de armas biológicas o químicas”.
Según Jonh Kirby, este comentario no se basó en alguna información o en indicios de que Putin hubiera tomado dicha decisión y no se conoce que Rusia hubiera decidido utilizar armas nucleares ni algo que haga al Pentágono reconsiderar su postura nuclear estratégica; tal vez, intentaba apaciguar la histeria desatada en el mundo occidental luego de escuchar las palabras de Biden.
Recientemente Estados Unidos ha identificado a China como su principal enemigo y trata de frustrar su ascenso económico y tecnológico. Los chips desempeñan un papel fundamental, ya que son la columna vertebral de las capacidades económicas y militares en la era digital. Es muy dudoso que Estados Unidos tenga éxito con esta táctica.
La clave del futuro
La tecnología es la clave del futuro. Por un lado, es la base del poder militar y, por otro, de la productividad económica y la posición competitiva en el mercado mundial.
Hasta hace poco Estados Unidos mantenía una posición dominante e inexpugnable en ambos ámbitos. La Casa Blanca quiere mantener ese monopolio a toda costa, pero el ascenso de China amenaza con ponerle fin.
Según el asesor presidencial de seguridad de Estados Unidos Sullivan, «nos enfrentamos a un competidor que está decidido a superar el liderazgo tecnológico de Estados Unidos y está dispuesto a dedicar recursos casi ilimitados a ese objetivo».
Por lo tanto, Estados Unidos ha identificado a la República Popular China como su principal enemigo y trata de frustrar el ascenso económico y tecnológico de este gigante asiático.
Guerra por los chips
Sobre todo los semiconductores y en particular los chips (1) están en la mira. Es lógico, porque en el futuro, la supremacía geopolítica probablemente dependerá cada vez más de los chips informáticos. Los chips son circuitos integrados que en la practica forman el sistema nervioso de todos los dispositivos electrónicos.
Hasta el siglo pasado el poder de ataque militar se basaba en las armas de fuego, los buques de guerra, los aviones de combate o los misiles (nucleares). En la era digital los chips son la columna vertebral de las capacidades económicas y militares.
Según James Mulvenon, un experto en ciberseguridad china, «el Pentágono ha decidido que los chips son la colina en la que está dispuesto a morir. La industria de los chips es la última en la que Estados Unidos es líder y es la industria sobre la que se construye todo lo demás».
A principios de octubre de 2022 la Casa Blanca pasó de las palabras a los hechos. El gobierno de Biden introdujo amplios controles de exportación que obstaculizarán gravemente los intentos de las empresas chinas de obtener o fabricar chips informáticos avanzados.
Bajo el gobierno Trump las empresas estadounidenses ya no podían vender chips a Huawei. Biden ha ampliado ahora esas restricciones comerciales a más de 40 empresas chinas, incluidos varios fabricantes de chips. La nueva medida prohíbe a cualquier empresa estadounidense o no estadounidense suministrar a esas empresas chinas hardware o software cuya cadena de suministro incluya tecnología estadounidense.
Las restricciones a la exportación no solo se dirigen a las aplicaciones militares, sino que intentan bloquear por todos los medios el desarrollo del poder tecnológico de China. La estrategia consiste en aislar a China del resto del mundo en las cadenas de suministro de chips para negarle la oportunidad de desarrollar su propia industria de chips en el ámbito nacional.
Paul Triolo, experto en China y en tecnología, califica esta nueva medida de «punto de inflexión importante» en las relaciones entre Estados Unidos y China. «Estados Unidos ha declarado esencialmente la guerra a la capacidad de China para promover el uso de la informática de alto rendimiento con fines económicos y de seguridad».
Al mismo tiempo, Estados Unidos está haciendo todo lo posible para aumentar su ventaja tecnológica. Por ejemplo, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca acaba de publicar un documento de 47 páginas titulado Estrategia nacional para la fabricación avanzada que contiene 11 objetivos estratégicos para aumentar la competitividad de Estados Unidos en materia de chips.
Al margen de la geopolítica, la industria de los chips también es un gran negocio. La capitalización bursátil de las mayores empresas de chips que cotizan en bolsa supera ya los 4.000 billones de dólares. China gasta más en las importaciones de chips de ordenador que en las de petróleo.
En busca de aliados
Aunque a Biden le gusta decir que le encanta colaborar con los aliados, esta guerra por los chips solo emana de Estados Unidos. Los expertos admiten que si otros países siguen abasteciendo a China, las restricciones pueden tener entonces poco efecto. La única consecuencia es que las empresas de chips estadounidenses se pierden el gran mercado chino.
En el pasado Estados Unidos ya había presionado a otros países para que dejaran de suministrar productos de alta tecnología a China. En el caso de los chips, se trató principalmente de Corea del Sur, Japón, Taiwán y los Países Bajos. Con la nueva medida las empresas extranjeras que trabajen con tecnología estadounidense deberán actuar de acuerdo con las restricciones de Estados Unidos. Tienen que solicitar el permiso de Estados Unidos caso por caso.
Por supuesto, esos países no están ansiosos por hacerlo, ya que China es un cliente muy importante, si no el más importante. Samsung, por ejemplo, es el mayor fabricante de chips de memoria del mundo. En parte como consecuencia de la nueva medida, esta empresa surcoreana prevé un 32% menos de ingresos. Queda por ver si estos países buscarán y encontrarán posibles vacíos legales, y en qué medida.
En especial Washington quiere incluir a Taiwán en su estrategia de aislamiento. Taiwán representa el 92% de los chips de gama alta del mundo. Para China las importaciones de Taiwán son de una importancia vital económica y tecnológicamente.
La reciente visita provocativa de Pelosi y otros políticos estadounidenses a Taiwán de Pelosi forma parte a todas luces de esta guerra de chips. A mediados de septiembre el Senado estadounidense aprobó un proyecto de ley que prevé 6,5 billones de dólares en ayuda militar directa a la isla. Washington está aumentando la presión contra China en varios frentes.
¿Posibilidades de éxito?
Los chips son el principal motor de la electrónica. China representa ahora uno 12% de la producción mundial, lo que es absolutamente insuficiente para las necesidades propias. Solo una sexta parte de lo que necesita en chips se produce en el país. Además, por el momento no es capaz de producir chips de última generación. En otras palabras, el país depende en gran medida de las importaciones de chips. Anualmente representa alrededor de 400 billones de dólares. Si ese suministro se ve en peligro, no significaría solo una pérdida económica muy grande, sino que también perjudicaría gravemente el avance tecnológico. En este sentido, los chips representan el talón de Aquiles de la industria china.
Para superar esta dependencia y ponerse al día tecnológicamente China está invirtiendo más que cualquier otro país en esta industria estratégica. El país ya ha hecho grandes progresos en varios ámbitos. Por ejemplo, ha producido con éxito un chip de 7 nanómetros (2), lo que sitúa a China solo una o dos «generaciones» por detrás de los líderes del sector en Taiwán y Corea del Sur. A pesar estos avances. por el momento sigue dependiendo de las importaciones de otros países (3). No tiene por qué seguir siendo así. Analysis Mason, una empresa consultora de primera línea, afirmó en un informe reciente que China podría ser autosuficiente en chips en un plazo de tres a cuatro años.
En cualquier caso, la estrategia restrictiva de Estados Unidos motivará al gobierno chino a destinar aún más recursos y a realizar avances. Asia Times pone el ejemplo del bloqueo en 2015 del suministro de procesadores Xeon Phi de gama alta de Intel a los fabricantes de superordenadores chinos. Un año después los investigadores chinos desarrollaron esos procesadores por sí mismos.
En el pasado Estados Unidos consiguió a menudo llamar al orden a países y ponerlos firmes, pero es muy dudoso que esto funcione con China. A finales de esta década sabremos si el intento de Estados Unidos de neutralizar la industria china de los chips ha tenido éxito o ha fracasado.
Notas:
(1) Los semiconductores son componentes electrónicos basados en material semiconductor. Ejemplos de semiconductores son un diodo y un transistor. Se podría decir que los semiconductores son como los bloques de construcción de los chips. Los chips son circuitos integrados de pequeño tamaño. Forman parte de un ordenador u otros dispositivos electrónicos. En los medios de comunicación no se suele distinguir entre semiconductores y chips.
(2) Al parecer, la empresa en cuestión, SMCI, está trabajando ahora en chips de 5 nanómetros aún más avanzados.
(3) Por ejemplo, China no puede fabricar dispositivos semiconductores avanzados sin equipos de litografía EUV de ASML (Países Bajos) y herramientas de automatización del diseño electrónico (EDA) de Synopsis y Cadence (Estados Unidos) o Siemens (Alemania).