El siguiente artículo, dividido en varias partes, busca aclarar y polemizar algunos puntos que se han vuelto comunes en diferentes círculos en la izquierda que, espacialmente o en términos de identidad/solidaridad están o se vinculan con América Latina. En términos más específicos, se aborda la manera en la que varios de los elementos, que son motivo del presente análisis y crítica, hacen eco en las dinámicas del Bloque Latinoamericano Berlín[1]. De este modo, el sentido del artículo no es hacer, o dar, un espectáculo sobre las contradicciones y/o incoherencias de un grupo en cuestión, sino dar cuenta de las nuevas formas de censura y exclusión de todos aquellos discursos de izquierda que no encajan con el guión dominante de lo que se considera aceptable, “bueno”, “bien-diciente” y/o “correcto”, al tiempo que intenta mostrar qué compromisos teórico-políticos se encuentran detrás.
Modas ideológicas, neoliberalismo y renegados
Las antiguas formas maniqueas de hacer política se unen con las nuevas formas postmodernas de identidad política. No solamente se han creado, en los círculos académicos y en los círculos de izquierda, “nuevos relatos” de cómo funciona la “nueva realidad fragmentada”, sino también, y a la par, se han difundido nuevos criterios morales y representaciones deformadas o ideológicas que conducen la práctica política de algunos grupos.
Después de la caída del bloque socialista, o mejor dicho, del socialismo realmente existente, el postmodernismo ganó un especial y profundo interés en los círculos de izquierda. De hecho, esto tiene una larga historia que se remonta, en términos de historia política del siglo XX, a la lucha económica e ideológica entre el llamado “bloque socialista” y el bloque del “mundo libre” capitalista. Por mucho tiempo se partió de la falsa identificación entre dicho bloque socialista y los planteamientos marxistas, y, por dicho motivo, algunos grupos políticos decidieron renegar de la misma, pues, se pensaba que una y la otra cosa eran lo mismo. Es decir, sostener una posición marxista era sinónimo de legitimar la política seguida por la Unión Soviética. Aunado a ello, el “marxismo” difundido por la Unión Soviética era, por decir lo menos, mecanicista, ideológico y ápice o instrumento de legitimación de la existencia de aquel estado.
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