Esa paz, como un ídolo que se erige sobre las lacras del modelo neoliberal se desintegra en pedazos, y sus fríos metales caen sobre el cuerpo lacerado del pueblo. Consenso que no es de dioses sino de los sectores populares y organizaciones que luchan por sus derechos claman a una voz por el desmonte del paramilitarismo, el más sanguinario enemigo de la paz. Con paramilitarismo no hay paz, dicen diversas organizaciones sociales y políticas, ni la habrá. El presidente Santos tal como Poncio Pilatos se lava las manos : “ Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis.”. Deja libre, para hacer y deshacer, al autor del atroz crimen –del que no se exime- le cambia el nombre para encubrirlo *1, o niega la existencia del monstruo así se vean a lo largo y ancho del país los cadáveres de sus víctimas. Qué de impórtale a él de clase marca Made in USA, esa plebe, los de abajo, ha sido visible con sus hechos y palabras que los asume como enemigos si se atreven a reivindicar y luchar por sus derechos, o a subvertir el orden neoliberal, al que no se debe tocar ni con el pétalo de una rosa.
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