Luchemos por la soberanía energética. No basta con conciliar

x OLEP/Fragua

MÉXICO NO ES TIERRA DE CONQUISTA… pero sí de conciliación. En las últimas semanas el gobierno federal entró en controversia con empresas, opinólogos, algunas organizaciones no gubernamentales que pareciera tienen intereses no muy filantrópicos y alguno que otro despistado de la izquierda, pues endureció las reglas para el manejo de las llamadas “energías limpias”.

Paul Alejandro Sánchez, director de la organización Ombudsman Energía México, alertó con terror: “El acuerdo se está creando para que Sener [Secretaría de Energía] tome el control de la política eléctrica del país”. ¡Pero qué atentado contra la libertad…! de mercado, ¿cómo alguien quiere quitarle lo que les corresponde a las empresas que con el sudor y la sangre de los pueblos que despojan se vuelven ricas?

En este “río revuelto” el gobierno federal acusó, no sin verdad, de prácticas monopólicas a la empresa española Iberdrola, lo cual inició un pleito de dimes y diretes entre la empresa y el gobierno, con la intermediación del periódico Reforma, que ahora resultó enarbolar la protección de la naturaleza.

Iberdrola amenazó con cancelar la construcción de una central eléctrica de ciclo combinado en Tuxpan, Veracruz: un jugosísimo negocio de 1 200 millones de dólares. Al unísono, las voces neoliberales volvieron a llorar: “¿ven?, se extingue la inversión en México, dentro de poco ya no tendremos energía eléctrica, como en Venezuela”. Al final, ni muy muy, ni tan tan. El gobierno federal anunció que Iberdrola quiere negociar, que entendió el mensaje y se va a portar bien, porque al que obra mal se le pudre… el negocio.

En fin, este caso nos devela algunos puntos importantes acerca del actual gobierno y de las contradicciones interburguesas que existen. No, ni Andrés Manuel López Obrador (AMLO) nos llevará al comunismo ni es el más neoliberal de los neoliberales. Como hemos expresado en otros números de FRAGUA, el actual gobierno federal busca tomar el control de ciertas ramas estratégicas de la industria (como la energética), para fortalecer e incrementar las arcas del Estado, y con esto distribuir un poco más la riqueza social entre los sectores más desfavorecidos, sin atentar contra la producción capitalista, la explotación ni contra la clase burguesa como tal, aunque perjudique a algunos de sus integrantes.

Esta decisión del gobierno entra en contradicción con la avalancha de privatizaciones que venían dándose en el periodo neoliberal, cuando el capital monopolista transnacional buscó adueñarse de todas las ramas de la producción estatales, privatizar los derechos sociales y lucrar con la explotación y despojo de la clase trabajadora.

Una de las empresas beneficiadas por las políticas neoliberales es Iberdrola, la cual no es una empresa modelo ni socialmente responsable. Durante años los pueblos del Istmo de Tehuantepec han luchado en contra de Iberdrola, porque los despoja de sus tierras para imponer megaproyectos eólicos. Ésta es la parte sucia de las energías limpias.

Lo mismo pasa en pueblos de Puebla y Coahuila, donde comuneros acusaron que Iberdrola quería pagar 2.5 pesos el metro cuadrado por 300 hectáreas en Valle de Acatita, en una venta ilegítima, con la anuencia del gobierno priista de Miguel Riquelme. Sí, la multinacional tiene mucha cola que le pisen, y el Gobierno federal lo sabe.

Sin embargo, como la política del actual gobierno no es la de estatizar las empresas que se han beneficiado del neoliberalismo, sino “encausarlas al buen camino”, Iberdrola podrá salir bien librada mientras siga las reglas del juego que les impondrá la Secretaría de Energía (porque, eso sí, AMLO dijo que la empresa pidió una reunión, pero él los mandó con la oficina correspondiente).

Esto también es una muestra de que las pugnas entre el gobierno pequeño burgués y sus aliados burgueses de capital transnacional se conciliarán con la burguesía transnacional afectada por sus políticas, y de que esta conciliación siempre será en favor de la continuidad del capitalismo, sin impedir que en ciertos aspectos se incrementen las ganancias estatales y se limite la ganancia de las grandes empresas.

Pero ¿dónde queda el pueblo en la ecuación? Iberdrola no será juzgada por el Gobierno Federal ni se le incautarán las tierras que ha despojado por medio de la corrupción y la violencia. En ese sentido, el pueblo pierde o al menos no tiene el respaldo del Estado y queda en desventaja frente a las empresas.

Por otro lado, el pueblo puede aprovechar el momento de estigmatización hacia este tipo de empresas para volver a impulsar la lucha en contra del despojo y exigir que si el Estado realmente busca garantizar la soberanía energética, esto sólo podrá ocurrir si el Estado recupera la industria en su totalidad, es decir, expropiando todo el sector, comenzando por las empresas beneficiadas por el neoliberalismo y la corrupción, pero abarcando la totalidad del ramo, pues de otro modo las empresas seguirán ganando, ya que mientras éstas paguen impuestos el gobierno estará satisfecho.

Por eso la conciliación no es suficiente, porque Iberdrola platica con la Sener, mientras los pueblos siguen siendo destruidos por los ataques paramilitares y siguen siendo acosados para que vendan sus tierras.

Hoy más que nunca la bandera del fin del neoliberalismo debe ser recuperada por el pueblo trabajador y explotado del campo y la ciudad, porque para nosotros la conciliación no es más que un alivio pasajero, que nos sigue exponiendo a las penurias del capitalismo, pero ahora “con programas sociales”. La caridad puede aliviar, pero nunca sanar.

Debemos luchar para que se expropie todo el sector energético, para que se obtenga verdadera soberanía respecto a nuestros recursos naturales, para que se juzgue a los criminales que han despojado y asesinado al pueblo, y que han construido megaproyectos que sólo sirven para enriquecer a unos pocos.

La lucha por la soberanía energética debe ser un primer paso para luchar por la verdadera soberanía popular, una soberanía donde la clase trabajadora decida su propio destino, donde ya no exista apropiación privada del trabajo social, y donde los beneficios de la industria sean para todo el pueblo. La lucha por la soberanía energética debe ser la lucha contra el neoliberalismo, contra el capitalismo, contra el imperialismo y, sobre todo, debe ser la lucha por el socialismo y la democracia popular.

NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la Portada del No. 55 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), julio, 2020.

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