Trump, AMLO y el mandato popular
Esta vital iniciativa tiene imbricación con un diseño de política exterior centrado en los principios normativos de política exterior del artículo 89 constitucional, del que AMLO citó en las plazas públicas: 1) la autodeterminación de los pueblos; 2) la no intervención y 3) la solución pacífica de controversias. Evidenció así su endoso a un mandato constitucional que incluye la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y la lucha por la paz y seguridad internacionales (DOF 11/mayo 1988).
Alrededor de estos principios de larga data, se articula una política exterior esencial en estos años del siglo XXI repletos de retos existenciales, por la desastrosa convergencia entre el colapso climático antropogénico en curso con una guerra nuclear. De esos riesgos tratan los principios de política exterior como lo argumentó y llevó a la práctica Alfonso García Robles, el premio Nobel de la Paz (1982) otorgado junto a Alva R. Myrdal, por la promoción de la no proliferación nuclear en el Tratado de Tlatelolco (1967), el cual, ante la inminencia de una guerra nuclear, como la Crisis de los cohetes de octubre de 1962, formalizó la desnuclearización del territorio de América Latina y el Caribe. Hoy, ante un deterioro estratégico aún mayor, Estados Unidos y Rusia, que manejan 95 por ciento del arsenal atómico, mientras no acuerden la desnuclearización de su armamento, enfrentarán, junto al resto de las naciones del orbe, alto riesgo de destrucción mutua, asegurada y, entiéndase bien, terminal, dada la acentuada aniquilación biológica en curso, aún sin otra guerra mundial (PNAS, 10 de julio de 2017). El espíritu del Tratado de Tlatelolco debe estar en la agenda Trump/Putin a celebrarse en Helsinki, Finlandia, el 16 de julio. Urge un entente nuclear cordiale.
El tercer principio de política exterior en la agenda de AMLO no es asunto menor. México va por la paz y la civilidad estratégica, no por el belicismo que bombardea pueblos. Datos oficiales recabados por el senador republicano Rand Paul muestran que la dupla George W. Bush/Tony Blair lanzó 70 mil bombas contra cinco países con los que Estados Unidos no está en guerra, aunque desde el 11/S se declaró en guerra antiterrorista. Durante esos ocho años lanzó un promedio diario de 24 bombas, es decir, 8 mil 750 al año. Durante los años de Obama/OTAN la cifra aumentó a un promedio de 34 bombas diarias, 12 mil 500 anualmente (100 mil en ocho años), lanzadas contra siete países. En el primer año de Trump el promedio de bombas pasó a 121 diarias (una cada 12 minutos) con un total anual de 44 mil 96. Acierta el comediante Lee Camp cuando dice que vivimos en un estado de guerra perpetua sin darnos cuenta.
Según datos de Whitney Webb, de Mint Press News, con Trump la tasa de muertos por ataques con drones es 80 veces mayor que bajo Bush: “…más de 80 por ciento de las bajas civiles (niños, mujeres, hombres) nunca se identifican”. Ni ellos saben a quién están matando. Evitan registrar los muertos civiles en la zona de guerra clasificándolos de enemigos combatientes. (¿A quién bombardeará Colombia desde la OTAN?)
Coda. Si en lo doméstico es vital que la transición arranque sin sobresaltos y libre de designios transexenales como someterse innecesaria y prematuramente al mandato ominoso del FMI-BM-BID, en lo externo los principios de política exterior abrazados por AMLO ante el electorado que lo llevó a la Presidencia serán el único cauce a seguir, en un mundo de banca, moneda y finanza multilateralizante. Como dijo el virtual presidente electo a los simpatizantes que lo rodean a cada paso por la capital, la transición y el gobierno se harán de manera ordenada y tersa. Lo podrá hacer así bajo el mandato popular.
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Fuente: http://www.jornada.com.mx/2018/07/05/opinion/019a1eco