Cinco meses de tensión y especulación sobre la viabilidad del programa de AMLO

x Gerardo Villagrán del Corral

Millones de mexicanos, ávidos de un radical cambio de rumbo eligieron a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como su presidente, con el 53% de los votos que significan mayoría en ambas cámaras del Congreso, cinco de nueve gubernaturas en liza, incluyendo la capital y el estratégico Veracruz, así como de congresos estatales e importantes alcaldías. Pero, ¿podrá AMLO realizar la revolución pacífica que anunció?

Pero hasta el primero de diciembre próximo, cuando asumirá el gobierno, el poder seguirá estando en manos de la clase capitalista ­trasnacional. En este lapso, el bloque de poder, incluidos sus medios hegemónicos (Televisa y Tv Azteca, de Azcárraga y Salinas Pliego, ambos megamillonarios de la lista Forbes), y sus operadores en las estructuras gubernamentales (el Congreso, el aparato judicial, etcétera), escalarán la insurgencia plutocrática buscando ampliar sus privilegios y garantizar sus intereses de clase, y para seguir potenciando la correlación de fuerzas en su favor, señala Carlos Fazio.

Recuerda que el proceso electoral transcurrió bajo el signo de la militarización y la paramilitarización de vastos espacios del país, y de una guerra social de exterminio (necropolítica) que elevó los grados de violencia homicida a límites nunca vistos en el México moderno, similares a los de un país en guerra (naturalizándose en vísperas de los comicios el asesinato de candidatos a cargos de elección ­popular).

Gilberto López y Rivas señala que ese conflicto armado no reconocido es la dimensión represiva de lo que William I. Robinson denomina acumulación militarizada, cuya finalidad es la ocupación y recolonización integral de vastos territorios rurales y urbanos para el saqueo y despojo de los recursos geoestratégicos, mediante una violencia exponencial y de espectro completo que es característica de la actual configuración del capitalismo; el conflicto y la represión como medio de acumulación de la ­plutonomía.

Para ello la clase dominante hizo aprobar la Ley de Seguridad Interior (espera su ratificación en el Senado), la iniciativa de Diputados de quitar el fuero al presidente; la denominada estrategia de lawfare aplicada a Dilma Rousseff y Lula da Silva en Brasil y a Rafael Correa en Ecuador, que implica el uso de la ley como arma para perseguir y destruir a un adversario político por la vía parlamentaria y/o judicial; una variable de los golpes suaves de manufactura estadunidense que podría revertirse contra AMLO.

Muchos analistas ven un giro hacia el centro y el rediseño de su programa de transición reformista −capitalista, democrático y nacional, con grandes concesiones al bloque de poder dominante− que posibilitaron la llegada de López Obrador al gobierno. El impulso de una nueva forma de Estado social, sin ruptura frontal con el Consenso de Washington, significará, no obstante, un cambio en la correlación de fuerzas regionales y tendrá tremendo impacto en los pueblos latinoamericanos, señala Fazio.

Según asesores de AMLO, ante Washington, su gobierno antepondrá la defensa a ultranza de la soberanía nacional; revisará el marco de la cooperación policial, militar y de seguridad (DEA, CIA, ICI, Pentágono, etcétera), y bajo la premisa de que la migración no es un crimen, incrementará la protección de los connacionales irregulares, como si fuera una procuraduría ante los tribunales de EEUU. También revisará los contratos petroleros y de obra pública. Lo que sin duda traerá fuertes confrontaciones con la Casa Blanca y la plutocracia trasnacional.

AMLO quiere trascender a la historia como el hombre de la cuarta transformación. Pero para ello se necesita un cambio de régimen e impulsar grandes saltos en la conciencia política de los sectores populares: sin un pueblo organizado y movilizado tras un proyecto de cambio radical y profundo, no hay carisma que alcance, dice Fazio.

No hay duda de que la derecha –de la mano de Estados Unidos, que nunca ha aceptado gobierno independientes, progresistas, antineoliberales- hará todo lo posible por debilitarlo y desprestigiarlo desde antes de la toma de posesión, para la que faltan cinco largos meses. ¿Podrá AMLO contar con la fuerza militantes de esa mayoría que votó por él?

López Obrador encontrará todos los escollos para poder cumplir con su programa de gobierno, y con los ataques y críticas que le lanzarán desde los medios hegemónicos de comunicación y las redes sociales, el poder fáctico (grandes empresarios, burocracia, partidos de la derecha, narcotráfico) que se han sentido lesionados en sus privilegios e impunidad de que gozaron por largas décadas

La mayoría legislativa permite a AMLO aprobar y modificar leyes, aunque no la Constitución, o sea los cambios estructurales no llegarán inmediatamente. El combate a la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad y la violencia, eje de la campaña electoral de AMLO y Morena a todo nivel, jugó y jugará en todo momento un papel central en la permanencia y consistencia del apoyo popular logrado bajo las promesas de “no les voy a fallar y no traicionaré al pueblo”.

John Saxe-Fernández señala que es un mandato Ayotzinapa, que tiene como fuerza motora detener la masacre en curso entre mexicanos, tratándose de un reto trascendental y complejo ante el que se buscará todo apoyo, desde lo doméstico hasta la ONU y el papa Francisco, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Penal Internacional. Pero sin abandono del neoliberalismo por 36 años vigente bajo el FMI, sería difícil ir a la raíz.

Durante la campaña, agrega, insistió en respetar el mandato constitucional que incluye la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y la lucha por la paz y seguridad internacionales y alrededor de estos principios debe articular la política exterior esencial, ante retos existenciales, por la desastrosa convergencia entre el colapso climático antropogénico en curso con una guerra nuclear.

Para Ángel Guerra, la victoria de AMLO ha constituido un claro plebiscito contra el neoliberalismo y estimulará de nuevo a América Latina y el Caribe hacia el rumbo progresista, uno de cuyos antecedentes es el levantamiento indígena de Chiapas en 1994. México, segunda economía de la región, con grandes recursos naturales, más de 132 millones de habitantes y un denso acumulado histórico y cultural, ejerce un peso político enorme, sobre todo, si su gobierno es independiente en política exterior.

Una política internacional independiente supone dejar de participar en el Grupo de Lima y las ilegales sanciones contra Venezuela, sintonizar con el espíritu y las esencias de la Proclama (de raíz juarista) de América Latina y el Caribe como Zona de Paz acordada por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac)

AMLO anunció que va a fortalecer el papel del Estado y la inversión pública en la economía y en el desarrollo, lo que unido a los ambiciosos programas sociales, educativos, culturales y anticorrupción que ha anunciado, y a los citados principios de política exterior, lo distancian de prácticas consustanciales al neoliberalismo, con becas para jóvenes que no estudian ni trabajan y las ayudas económicas para personas de la tercera edad y con capacidades diferentes.

El cumplimiento, ya anunciado, de los Acuerdos de San Andrés, que reconocen los derechos y cultura de los pueblos indígenas, implicaría que la oligarquía y las trasnacionales no podrían continuar arrebatando y despojando a esos pueblos de sus tierras ancestrales. El pedir el consentimiento de los pueblos para desarrollar megaproyectos constituirá una acción antineoliberal de gran trascendencia.

Abraham Nuncio señala que sin un partido que haga fuerte al Presidente, esperanzada su militancia en que sea el Presidente el que lo haga fuerte a él, la fuerza de ambos se degradaría.

Desde ahora, si Morena se convierte sólo en la agencia político-electoral de López Obrador, los efectos del triunfo serán lo que los mexicanos no quieren: un presidencialismo extremo y un partido de contornos ideológicos y éticos expuesto a feroces disputas internas, que reviviría con nombre y parafernalia distintos, al régimen que se hundió, añade.

Restan casi cinco meses hasta que AMLO asuma la Presidencia, que estarán repletos de especulaciones, presiones, campañas negras, fake news. El cambio no será sólo en México sino en Latinoamérica. Hay que prepararse para ello, la esperanza mexicana tiene fecha: primero de diciembre de 2018.

Gerardo Villagrán del Corral. Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

Fuente: Rebelión

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